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El 17 de abril de 2025, miles de redes y movimientos se movilizaron en toda América Latina para exigir que Francia revierta 200 años de medidas de extorsión —entre otras acciones punitivas— contra Haití tras su Independencia en 1804. Una Independencia que se conquistó a través de una insurrección popular negra y antiesclavista. El precio de esta doble emancipación, tanto de la metrópoli colonial como de los terratenientes blancos, fue un doble endeudamiento del país, sumado a bloqueos y sabotajes colonialistas que vaciaron a la nación haitiana, instalaron dictaduras sangrientas y perpetraron golpes de Estado bajo la injerencia de potencias occidentales, especialmente EE.UU. y Francia.  

Tras el último veto imperialista a los intentos de redemocratización, Haití se convirtió en laboratorio de operaciones de «militarización pacificadora» coordinadas por la ONU desde el 30 de abril de 2004. Ese día, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la «Misión de Estabilización de Haití» (MINUSTAH), con fuerte presencia de las Fuerzas Armadas brasileñas hasta 2017.  

Lejos de la «estabilización» prometida, el legado de la MINUSTAH fue la fragmentación social, la desmoralización de las instituciones y la privatización de los bienes colectivos, haciendo del crimen organizado la herramienta principal de control necropolítico sobre la población. El efecto rebote en Brasil fue el aumento de la militarización y la represión en periferias y zonas rurales, además de reactivar el ADN golpista en sus Fuerzas Armadas —especializadas en guerras híbridas y asimétricas, como evidenció el gobierno de Bolsonaro—, todo aún impune.  

En Brasil, cientos de organizaciones firmaron un manifiesto exigiendo al gobierno francés reparaciones históricas financieras, tecnológicas y culturales que contribuyan a la autodeterminación y soberanía de Haití. Durante la entrega del documento en la Embajada de Francia en Brasilia —representados por ALBA Movimientos, Vía Campesina y la Red Jubileo Sur Brasil—, los funcionarios franceses mostraron incomodidad al recibir un reclamo de la sociedad civil. Desde afuera, nos preguntaron por qué actuábamos «si no somos haitianos», sugiriendo que fuéramos a la Embajada de Haití o al propio país. Replicamos que era un acto de solidaridad entre pueblos y que el embajador debía entender: seguiremos movilizados por las reparaciones históricas al pueblo negro de Haití, el Caribe y toda América Latina.  

Este episodio confirma que «Haití sigue siendo aquí», de múltiples formas: padecemos procesos similares de milicianización y gangsterización de fuerzas policiales y representaciones políticas, con abusos, violaciones, asesinatos selectivos de líderes y masacres continuas de juventud negra.  

200 años después, la burguesía francesa y su Estado siguen demostrando que «libertad, igualdad y fraternidad» no aplican fuera de su territorio (o del capital francés), ni siquiera en los banlieues donde inmigrantes africanos —que sostienen el país— son segregados y sobreexplotados.  

Exigimos:  

– Reparación de la deuda socioecológica de Haití y un fondo internacional de reconstrucción democrática bajo control social.  

– Indemnización por los daños de la MINUSTAH para desmilitarizar y desocupar el país.  

– Protección a líderes populares haitianos y apertura del Consejo Presidencial de Transición a sectores censurados, amenazados y perseguidos, rumbo a elecciones generales en 2026.  

– Castigo ejemplar para golpistas brasileños, torturadores, asesinos y mercenarios de 1964 y 2022: ¡SIN AMNISTÍA!