Claudia de la Cruz

En 1935 se publicó en el periódico Pittsburgh Courier un programa por la igualdad y la liberación del pueblo negro estadounidense conocido como El credo de Atlanta. William Edward Burghardt Du Bois se atrevió, de esta forma, a hacer un llamado urgente por el socialismo y el internacionalismo desde los EE.UU.

En su labor como escritor, historiador, sociólogo y activista, William Edward Burghardt Du Bois encontró y describió extensamente las similitudes perturbadoras entre las políticas racistas del Sur de EE.UU. y los procesos coloniales e imperialistas que explotaban y oprimían a las clases trabajadoras en Hawái, Filipinas y Puerto Rico. 

Su instrucción tenía una herencia de la tradición ideológica y política abolicionista de fines del siglo XIX, surgida de las masas esclavizadas, arrancadas de África y tiradas en los campos de Norteamérica. Es desde este lugar que seguía los pasos de abolicionistas como Frederick Douglass, Harriet Tubman, John Brown y muchas personas más que, inspiradas por la revolución haitiana de principios del siglo XIX, conquistaron su libertad y dedicaron sus vidas a la liberación de los esclavos y esclavas fuera del territorio estadounidense. 

A mediados del siglo XIX, como resultado de la guerra contra México, la potencia norteamericana se extendió y adquirió de manera forzosa 800 mil kilómetros cuadrados de territorio. El intervencionismo militar y las guerras sucesivas de Washington en el continente, dieron como resultado un movimiento internacional antiimperialista y anticolonial. Du Bois fue un líder importante de este movimiento, particularmente dentro de los EE.UU.  

En una carta escrita el 8 de noviembre de 1919, confirmó su patrocinio a la Liga de los Pueblos Oprimidos, que se dedicó a fomentar la solidaridad entre quienes lucharon contra el dominio colonial en todo el mundo. Du Bois afirmó en sus escritos que el colonialismo era la tendencia principal en la política externa de EE.UU. y parte constitutiva del imperialismo. Es dentro de este marco, que entendió que las estructuras opresivas del racismo y la supremacía blanca solo podían sobrevivir dentro de una lógica capitalista de tipo imperial. 

En 1926 viajó a la Unión Soviética para presenciar, de primera mano, la importancia de la Revolución Rusa, y obtener aportes que fuesen de ayuda a la lucha por la liberación negra en su propio país. A su regreso, declaró: “Si lo que he visto con mis ojos y con mis oídos es bolchevismo, entonces soy bolchevique”. Su convicción antiimperialista fue reafirmada en ese viaje, donde pudo ver como una gran potencia mundial ratificaba su compromiso en defensa de la equidad, y en contra de las fuerzas colonizadoras.

En el 1959 y 1963 visitó la República Popular China, y estableció relaciones con el Partido Comunista de ese país. En este proceso, las visitas de Du Bois resultaron ser de gran importancia como símbolo de la alianza y solidaridad del pueblo chino con los procesos de los afrodescendientes en el mundo. Su compañera de la vida y esposa, la compositora y dramaturga Shirley Graham, fue enterrada en la China maoísta a su muerte en 1977.

En su trabajo histórico sobre la Guerra Civil en los EE.UU., La Reconstrucción Negra en América, Du Bois se refirió a los 200 mil esclavos que dejaron las plantaciones durante el conflicto para luchar con el Ejército de la Unión como una “huelga general” contra el sistema de esclavitud. Allí argumentó que la emancipación fue ganada por la auto-actividad de los negros, quienes empujaron al Estado y a su presidente, Abraham Lincoln, a otorgar una libertad legislativa formal.

La obra de este marxista negro es una teoría y un retrato de los movimientos sociales y del socialismo desde abajo. Las rebeliones de esclavos, escribió Du Bois, fueron un “experimento de marxismo”, de una clase trabajadora en busca de su propia emancipación. A pesar del rechazo y de la persecución por parte del Estado y las agencias federales de EE.UU. que lo llevaron a salir del país en el 1963, se mantuvo firme en su apoyo a los procesos revolucionarios, y continuó denunciando las atrocidades del imperio. 

Hasta hoy, como en El credo de Atlanta, ofrece una luz para iluminar el camino: “Creemos en el triunfo final de alguna forma de socialismo en todo el mundo; es decir, en la propiedad estatal, el control de los medios de producción y la igualdad de ingresos; creemos que el poder supremo en el Estado debe estar en manos de quienes trabajan, que el Estado debe ser gobernado por ellos”. 

La urgencia actual requiere una recuperación de tradiciones rebeldes de los pueblos, y construir creativamente el presente-futuro. Para quienes vivimos en el corazón del imperio estadounidense, donde intencionalmente se divorcian los polos inseparables del racismo y el capitalismo global, Du Bois nos sigue recordando que la lucha antiimperialista es parte esencial de la lucha contra el racismo.