Por  Ricardo Jiménez A.[1]

 Si hubiera que buscar en los registros de nuestras repúblicas independientes el antecedente originario, fundante y señero, de nuestra actual y crucial UNASUR,[2], de ALBA- TCP y de nuestra Articulacion de Movimientos Sociales y Populares, el “Primer Tratado de Unidad Sudamericana” que ahora exponemos, sería sin duda, uno de aquellos proféticos tesoros de la memoria.   

En 1822, cuando aún hollaban los suelos sudamericanos serias fuerzas militares, políticas y culturales del contumaz poder colonial español, los líderes revolucionarios de los pueblos en lucha por su emancipación, supieron diseñar y ejecutar la tarea estratégica, imprescindible al desarrollo y felicidad, de coaligar formalmente las nacientes repúblicas.

Coincidencias biográficas, unidad de proyecto

En ese acto basal, fundamental, Sudamérica habría de fundirse también a través de dos de los más grandes genios libertarios del mundo: José de San Martín y Simón Bolívar. Los libertadores de tres y cinco repúblicas, respectivamente, más allá de toda incomprensión, silenciamiento o calumnia interesada, sellaron incontestablemente el sino irrenunciable de hermandad de lucha, proyecto fundamental, y destino.

No era la única coincidencia. Ambos, fueron también precursores de la justicia social para las castas “pardas”, dominadas, excluidas y despreciadas: afro descendientes, indígenas, y todos sus mestizajes, eliminando las esclavitudes, servidumbres, encomiendas, mitas, yanaconazgos, e inquisiciones, estableciendo la restitución de tierras indígenas y las escuelas públicas para ellos, con el escándalo y la oposición de nobles, oligarcas, estancieros, altos comerciantes de los puertos y jerarcas eclesiales. 

Tal vez porque ambos, a pesar de ser criollos ilustrados, amaron y sufrieron la condición de esos pueblos. Razón por la cual los oligarcas racistas llamaban con burla el proyecto de Bolívar como la “pardocracia”; y a él mismo como el “longaniza”, o el “zambo”, en razón de su fenotipo físico, moreno y de baja estatura. O tal vez porque siendo huérfano, fue criado por una negra esclava a la que adoró, Hipólita. O por su amistad con Alejandro Petión, líder negro, independentista y anti esclavista de la temprana revolución anticolonial francesa de Haití, que derrotó a las mejores tropas de Napoleón; y que en 1816 prestó en dos ocasiones decisivo apoyo en recursos a las tentativas revolucionarias de Bolívar para liberar Venezuela, brindando también refugio a innumerables patriotas latinoamericanos y sus familias a lo largo de la lucha; sólo pidió a cambio la libertad de los esclavos en el continente.

Bolívar mostró su agradecimiento al fallecer Petión calificándolo de “magnánimo” y de “primer bienhechor de la tierra a quien un día la América proclamará su Libertador” (1818); y con el cumplimiento de su promesa de decretar la libertad de los esclavos en Venezuela. Temprana medida que Bolívar declara en 1816, pero que habrían de pasar, sin embargo, 33 años más para cumplirla en Venezuela y hasta 73 años más todavía, para terminar finalmente con la esclavitud en Cuba.[3]

San Martín es criollo educado en Colegio de nobles de España, pero pobre, nacido en zona indígena, Yapeyú, y, peor aún, “moreno”, de fenotipo indígena, por lo que se le reputaba de ser ilegítimo, “indio”,   “mestizo”, o “mulato”, con la intención racista de ofenderlo. Pero él toma el nombre de “Lautaro”, el más genial de los jefes militares mapuche, para su Logia conspirativa. Y en ella, para castigar a los que la traicionaran, retoma la pena que los incas daban a los violadores del “acllahuasi”, la casa de las vírgenes del sol, quemar al culpable y esparcir sus cenizas. En septiembre de 1815, se reúne en el Fuerte San Carlos, zona indígena de frontera argentino chilena y parlamenta con los jefes pampas, pehuenches y mapuches, sumándolos a la causa anti colonial. Allí les dice orgulloso: “Yo también soy indio”. En 1819, enfrentando en Mendoza la inminencia de una muy superior ofensiva militar realista, y careciendo de todo tipo de recursos y pertrechos, escribe: “…sin duda alguna… creen que estamos cansados de pelear y que nuestros sables y bayonetas ya no cortan ni ensartan; vamos a desengañarlos. La guerra se la tenemos de hacer del modo que podamos… cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajan nuestras mujeres y si no, andaremos en pelotas como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada”.[4]

Al salir con la expedición libertadora del Perú desde Chile, en sendos “Manifiesto” y “Proclama” a los peruanos, escritos con el chileno Bernardo O’Higgins, llaman a “los hijos de Manco Capac… a sellar la fraternidad americana sobre la tumba de Tupac Amaru”. Los documentos son escritos en “dos lenguas”, la versión quechua empezaba así: “Llapamanta acclasca José de San Martín sutiyocc…”. En ellos lanza su inequívoco y significativo primer mensaje a la nobiliaria y aristocrática Lima: “El primer título de nobleza fue siempre el de la protección dada al oprimido”. Consecuente, con ello, entre las primeras medidas de su corto gobierno limeño, estarán las aboliciones de todas las formas de servidumbre y esclavitud indígenas, así como la “libertad de vientres” para los esclavos negros, haciéndose libertad absoluta, si combaten en las filas revolucionarias.

Crea la tan incomprendida y calumniada “Orden del Sol”, inspirada en la memoria ancestral andina, y destinada a proteger con pensiones de por vida y hereditarias a los más destacados patriotas y sus familias, que habían sacrificado su vida y fortunas por la causa revolucionaria, de la venganza oligárquica que, finalmente, sí condenó a la miseria y el olvido a Manuela Sáenz, Simón Rodríguez, Juana Azurduy y tantos otros. Era además una medida simbólica revolucionaria para remplazar el privilegio nobiliario y del dinero por el del mérito en la causa libertaria. Bartolomé Mitre, historiador y presidente de Argentina, organizador de la república oligárquica, etnocida y centralista, y declarado enemigo y calumniador de San Martín y Bolívar, se escandaliza de la medida por considerarla propia de indígenas y peor aún… por incluir a las mujeres: “Como complemento de ese plan de aristocracia indígena, hizo extensivos a la mujer sus honores y privilegios”.[5]

El asceta que renuncia porfiadamente a todos los cargos políticos, ascensos militares y premios materiales a lo largo de su lucha revolucionaria, sólo acepta el “escudo de los Pizarro”, símbolo de 500 años de dominación, que le otorga la municipalidad de Lima, y lo llevara con orgullo a su pobre exilio en Francia, como justiciera venganza sobre los genocidas, traidores y asesinos de Atahualpa. Tras su muerte en 1850, testamentó la entrega del escudo al gobierno de Perú. Y así se hizo en una sencilla ceremonia en la embajada peruana en Francia. Asisten a ella destacados patriotas de varios países latinoamericanos. Entre ellos, el colombiano José Torres, quien seis años más tarde escribirá su famoso poema antimperialista: “Las dos Americas”.   

Marcó del Pont, jefe realista colonial en Chile, al firmar una comunicación para él, antes de la campaña de los Andes, se ríe diciendo a su emisario: “yo firmó con mano blanca, no como San Martín, que la suya es negra”. Más tarde, vencido y prisionero el arrogante español, al ofrecer su espada en rendición, San Martín, ironizando contra su racismo la superioridad del mérito militar, le contesta: “venga esa mano blanca, y deje V.E. su espada al cinto, donde no puede causarme ningún daño”. En el Congreso revolucionario de Tucumán de 1816, donde se declara formalmente la independencia Argentina, se presenta, avalado por San Martín, la propuesta del “Incanato Unido de Sudamérica”, con el hermano de Túpac Amaru, Juan Bautista, único veterano sobreviviente de la insurrección, como Inca.[6]

No sólo ellos. Micaela Bastidas, mama’talla genérala en la rebelión de su esposo, Túpac Amaru, fue llamada la “zamba” por sus enemigos, en razón de su ascendencia mestiza mulata; afro descendiente y española, por parte de su padre mulato, Manuel Bastidas; indígena andina, por su madre, Josefa Puyacahua. Francisco Miranda, criollo venezolano, era descendiente de emigrados de las islas Canarias, por lo que estaban en la categoría de “Blancos de orilla”, con menos derechos que los blancos puros de la península española; razón por la cual sus adversarios y la aristocracia, tanto española como la “mantuana”[7] criolla, lo llamarían despectivamente “el canario”.

Como “bárbaro” y “salvaje” llamaron a José Artigas, el aristócrata criollo rebelde, que expulsado de rancio colegio católico, prefirió vivir en el campo, entre los indígenas charrúas, que habían resistido fieramente al conquistador español, y entre los “gauchos”, agrestes y seminómadas arrieros de ganado, que lo siguieron fielmente en las luchas independentistas, donde incluyó la unión de repúblicas y la reforma agraria; imbatible en combate, finalmente traicionado por sus generales y forzado al exilio, se retira al actual Paraguay, junto a sus fieles lugartenientes, los negros “Ansina” y “Ledesma”, destacados oficiales y combatientes; para morir rodeado de indígenas y campesinos que lo llaman: «Overava Karaí», el “señor que resplandece”, o “Karaí marangatú”, que en guaraní, significa “padre de los pobres”.

También Simón Rodríguez, genial maestro de Bolívar y de América, inscrito y criado como “expósito”, huérfano, por ser en realidad, “ilegítimo”. Como “ilegítima” fue Manuela Sáenz, que morirá acompañada únicamente de sus fieles amigas, las negras “Natán” y “Jonatás”. Y lo fue también Bernardo O´Higgins, a quien los señoritos de la rancia aristocracia santiaguina llamaban “el huacho” Riquelme, como lo describen versos vibrantemente sociales y místicos: “Cómo se llama Ud.», reían / los «caballeros» de Santiago: / hijo de amor, de una noche de invierno, / tu condición de abandonado / te construyó con argamasa agreste, / con seriedad de casa o de madera / trabajada en el Sur, definitiva”.[8]

Coincidencias y cruces de la historia y las biografías, círculos del tiempo nuestroamericano que se cierran para cumplir profecías de justicia. 

Las tendencias historiográficas chovinistas, y menospreciativas de lo propio, por el contrario, se han dedicado a instalar una mirada de énfasis en las limitaciones y divisiones entre los próceres latinoamericanos, particularmente entre los dos más grandes, llegando incluso al uso de documentos probadamente falsificados.[9] Claramente, eran dos temperamentos distintos. Bolívar amaba la gloria, la sensualidad de la vida, sin ser por ello, como lo demostró a lo largo de su vida, menos sacrificado por la causa. San Martín era un asceta, un místico, ajeno a lo mundano.

Lo cierto es que sean cuales fueran sus legítimas discrepancias, ellas no impidieron la solidaridad de los dos combatientes contra el enemigo común. Y se resolvieron sin llegar al amargo enfrentamiento, pues ambos eran partidarios en lo fundamental, de las grandes necesidades de la hora: unidad continental, y un Estado fuerte para construir las repúblicas con igualdad social y soberanía.

Más aún, las fuentes documentales entregan evidencia de que en la época, hubo recriminaciones contra San Martín, precisamente, por no entrar en conflicto con Bolívar. Es el caso del brillante marino de guerra, agente inglés y mercenario a sueldo de la naciente escuadra naval chilena, Lord Thomas Cochrane, quien recrimina a San Martín por no haber hecho la guerra a Bolívar, con motivo de la disputa chovinista de Guayaquil entre las estrechas oligarquías ecuatoriana y peruana, que Bolívar resolvió anexándola a Ecuador, entonces parte de la Gran Colombia: “Usted engañó los hombres que componían el gobierno de Guayaquil, prometiendo auxiliarlos contra el general Bolívar… y dejó que fuesen todos desarmados”.[10] El rol de quien “lamenta” que San Martín no haya azuzado la guerra fraticida con Bolívar, lo comenta con acierto un ilustre investigador peruano: “Cochrane había sido un activo agente de disolución, tanto a causa de sus ataques personales y directos contra San Martín y Monteagudo, como por la oposición fomentada entre argentinos, chilenos y peruanos”.[11] Sobre a quién servían estas agitaciones divisionistas del Lord, queda claro en el hecho de que sus restos reposan desde su muerte hasta hoy, en un lugar preferente de la Catedral de Westminster en Londres, reservada sólo para los más grandes servidores de los intereses del imperio británico.

La Convergencia

El 24 junio de 1821, Bolívar asegura la independencia de Venezuela con la victoria en la batalla de Carabobo, el 20 de agosto, el Congreso reunido en Cúcuta dicta una Constitución, y Bolívar, que rechaza la idea siquiera de hacerse monarca, como le proponen algunos, pide en cambio la libertad para los esclavos y el fin de las servidumbres para los indígenas, tal como idénticamente San Martín está haciendo en Perú.

Apenas tres días después del congreso de Cúcuta, Bolívar le escribe para coordinar esfuerzos continentales en la guerra: “Mi primer pensamiento en el campo de Carabobo, cuando vi mi patria libre, fue V.E., el Perú y su ejército libertador… después del bien de Colombia, nada me ocupa tanto como el éxito de las armas de V.E., tan dignas de llevar sus estandartes gloriosos donde quiera que haya esclavos que se abriguen a su sombra… el ejército colombiano…marcha penetrado de la confianza de que, unido con San Martín, todos los tiranos de la América no se atreverán ni aún a mirarlo… mi primer edecán el coronel Ibarra… será, además, el órgano de comunicaciones altamente interesantes a la libertad del nuevo mundo”.[12]  

Cuando más tarde la campaña del ejército bolivariano del norte enfrenta difíciles situaciones, el sanmartiniano del sur acudirá en su ayuda. Los libertadores de un continente entero, fundieron como dos ríos incontenibles sus ejércitos libertarios. En febrero de 1822, desde territorio peruano liberado, San Martín envía fraternalmente, sin mediar convenio ni tratado formal alguno, más que la pura solicitud de ayuda, más de 1300 combatientes, soldados y mandos bajo las órdenes del Alto peruano (actual Bolivia) Andrés de Santa Cruz, a Bolívar, para liberar al Ecuador. Peruanos, bolivianos, chilenos y argentinos se funden con venezolanos, colombianos y ecuatorianos. “…el Perú, su gobierno y V.E. que tan poderosamente han ayudado a nuestra empresa merecerán nuestra eterna gratitud”, le escribe agradecido el general José Sucre, su similar en genio militar y segundo de Bolívar.[13]

Guayaquil

En junio de 1822, Bolívar entra victorioso en Quito, asegurada la independencia del Ecuador (entonces parte de la Gran Colombia), tras la victoriosa campaña en que le han colaborado divisiones del ejército de San Martín. Un mes antes ambos próceres han hecho firmar el Primer Tratado de Unidad Sudamericana entre Perú y la Gran Colombia. En ese contexto, Bolívar le escribe a San Martín expresándole “la gratitud con que el pueblo y el gobierno de Colombia han recibido a los beneméritos libertadores del Perú, que han venido con sus armas vencedoras a prestar su poderoso auxilio a la campaña… Tengo la mayor satisfacción en anunciar a V.E. que la guerra de Colombia está terminada y que su Ejército está pronto a marchar donde quiera que sus hermanos lo llamen y muy particularmente a la patria de nuestros vecinos del sur, a quienes por tantos títulos debemos preferir como los primeros amigos y hermanos de armas”.[14]

San Martín contesta el 13 del mes siguiente: “Es preciso combinar en grande los intereses que nos han confiado los pueblos… marcharé a saludar a vuestra excelencia en Quito… nos veremos y presiento que la América no olvidará el día en que nos abracemos”.[15] Ese mismo día, Bolívar pone termino a la junta autónoma de Guayaquil, región al sur de Ecuador, la cual se había declarado libre en 1820 y era foco de presiones de las oligarquías chovinistas de Colombia y Perú por anexarla, terminadas finalmente al declararla Bolívar parte de la Gran Colombia. San Martín, en contra del reclamo de los oligarcas peruanos y otros divisionistas en el continente, no impugna la decisión, ya que él, como Bolívar, es enemigo declarado de toda fragmentación y chovinismo chico localista, y sabe que constituiría un crimen a la patria desatar una guerra fraticida. 

Finalmente, San Martín llega a Guayaquil y se reúne con Bolívar los días 26 y 27 de julio de 1822. En total, conversan menos de seis horas, en forma absolutamente secreta, sin testigos.

Contrario a lo que se ha dado en repetir, San Martín ya ha decidido con antelación abandonar su cargo de Protector, jefe del gobierno del Perú, ante las colosales oposiciones de las familias limeñas a sus proyectos de unidad sudamericana, soberanía y justicia social.[16] La entrevista con Bolívar, como lo prueba su correspondencia, tenía por objeto solicitar ayuda militar a éste para terminar la guerra en el Perú, ante la imposibilidad de hacerlo con sus solas fuerzas, y determinar en qué términos esto sería posible.[17] Así lo confirman además los informes posteriores de Bolívar.[18]

Mucho se ha especulado, sin llegar a consenso, de la reunión, que fue secreta, y de las supuestas discrepancias entre ambos. Que si Bolívar era más ambicioso. Que si San Martín, monárquico. Lo cierto es que discrepancias hubo, como las hubo entre todos los patriotas, como las hay naturalmente entre los seres humanos, entre compañeros de lucha.

Las acusaciones de “monárquico” a San Martín, se basan en su proyecto de “Incanato de Sudamérica”, en sus tratativas de guerra con los realistas de Lima, donde ofrece una salida monárquica constitucional, y en su consideración de una monarquía constitucional sudamericana negociada con las potencias europeas. Pero ellas desconocen que el contenido, y no la forma, es lo importante del “Incanato”, que era una propuesta más radical y revolucionaria que la de las democracias esclavistas de Estados Unidos y Europa, y era propia, adaptada a la historia y a la justicia, de y para, el continente. En las tratativas de Perú, el mismo San Martín dejó registro de que sólo eran dilaciones tácticas en medio de la guerra, no proyecto político serio alguno. La consideración monárquica constitucional europea era sólo de forma, para salvar el proyecto estratégico de unidad continental, soberanía e igualdad social, ante los críticos e inminentes peligros de perder todo lo avanzado.

Todos los actos de su vida, especialmente la fundación de democracias, y las medidas democráticas y de justicia social, en los tres países donde derrotó al dominio español, prueban incontestablemente su ideario republicano y liberal. Y, sobre todo, independiente, no sólo en lo político, sino en lo económico y en lo mental.

Es claro que ambos convenían en la férrea unidad continental, en la plena soberanía frente a los poderes fácticos extranjeros y en la justicia social a los excluidos y despreciados. Más importante aún, coincidían plenamente en que, dadas las colosales dificultades objetivas y fieras oposiciones subjetivas de todo tipo, este programa sólo era posible con gobiernos altamente centralizados y fuertes, aunque San Martín lo viera en la forma monárquica constitucional y Bolívar en la republicana. 

Como le dijo el mismo Bolívar a San Martín, en carta previa a este único encuentro personal: “Amigo le llamo y este nombre será el que debe quedarnos por la vida porque la amistad es el único título que corresponde a hermanos de armas, de empresa y de opinión”.[19]

Más allá de las especulaciones, errores y calumnias históricas,[20] lo que se sabe fehacientemente es que el propio San Martín, mostrando, una vez más, su humildad extrema, mística, y aceptando la situación que ponía la fuerza real y crucial del lado de Bolívar (aunque éste con graves problemas internos con el chovinismo oligárquico en la Gran Colombia), se ofreció a combatir bajo su mando para terminar la guerra con el poder colonial en Perú. Éste no aceptó por diversas consideraciones, muchas de ellas más allá de sus posibilidades de decisión y maniobra, y el “santo de la espada” se retiró, dejando todas sus tropas, aún a costa de incomprensiones de éstas, bajo dirección de Bolívar.

Antes de partir, hace elegir un Congreso Nacional Democrático en Perú y dimite del mando. Grande, por encima de toda pequeñez contemporánea y posterior, por parte de tantos “historiadores”, envía a Bolívar, el 28 de agosto de 1822, de regalo dos pistolas y un caballo de paso peruano, con una carta que decía: “He hablado a Ud., general, con franqueza, pero los sentimientos que exprime esta carta, quedaran sepultados en el más profundo silencio; si llegasen a traslucirse, los enemigos de nuestra libertad podrían prevalecerse para perjudicarla, y los intrigantes y ambiciosos para soplar la discordia… Admita Ud., general, esta memoria del primero de sus admiradores”

Cuando más tarde, Bolívar agasaja con un banquete al chileno Bernardo O’Higgins, integrado como voluntario a la campaña de Ayacuho, pronuncia un brindis público con las siguientes palabras: “Por el buen genio de América que trajo al general San Martín con su ejército libertador desde las márgenes del Plata hasta las playas del Perú”. San Martín, ya con 60 años y en el destierro europeo, escribe sobre el entonces ya fallecido Bolívar: “…atribuíanle, asimismo, un gran desinterés, lo cual es justo, pues ha muerto en la indigencia… En cuanto a los hechos militares… se puede decir que ellos le han granjeado con razón la fama de ser considerado como el hombre más asombroso que ha conocido la América del Sud”. [21]

Mientras Bolívar Gobernó en Perú, hizo poner un retrato de San Martín al lado del suyo propio en el Palacio de Gobierno. Sólo cuando él abandonó el Perú, ambos retratos fueron arrancados por la oligarquía gobernante. San Martín mantuvo en su pobre habitación del exilio europeo, por más de 25 años, su propio retrato junto al de Bolívar, que éste mismo le había obsequiado al despedirse en Guayaquil.

Pero el símbolo de mayor belleza en la convergencia y continuidad fundamental, programática, libertaria, soberana, de unidad, y de justicia, entre los dos grandes sudamericanos está dado, por la acción de los pueblos y las personas. Manuela Sáenz, que en la sociedad limeña conspira tempranamente por la revolución patriota, recibiendo la orden de “Caballeresa del sol” por parte del gobierno de San Martín, dará continuidad a la misma lucha y el mismo proyecto fundamental, combatiendo después en el ejército de Sucre y Bolívar, como lancera a caballo en la crucial batalla de Ayacucho.

El peruano patriota José María Guzmán, inmortal “comandante general de las guerrillas del centro”, que libra batallas en pueblos y serranías, sin recibir un real, sostenido únicamente por los indígenas y las clases más populares, en medio de la más sanguinaria brutalidad represiva realista. Reconocido expresamente su valor y entereza en los informes de San Martín, Guzmán continuará después la lucha por los mismos ideales bajo las órdenes de Simón Bolívar. Murió en titánico y desigual combate, junto a siete de sus jinetes guerrilleros peruanos, rechazando la oferta de pasarse con honores y mando al bando realista, a pesar de estar cercado por fuerzas enormemente superiores. Tan solo unos días después de que Bolívar lo ascendiera a “coronel” del Ejército Libertador, y dos semanas antes de la batalla de Junín.

Y su similar en el plano de la intelectualidad y la alta política, Hipólito Unanue, pionero de la ilustración, precursor de la medicina peruana, electo en 1812 diputado a las Cortes españolas de Cádiz en resistencia contra la invasión francesa, y diputado por Puno en el primer Congreso Constituyente de 1823, eterno guerrillero de las trincheras periodísticas patriotas. Su compromiso con la causa de la independencia y la unidad latinoamericana, a diferencia de muchos otros encerrados en una concepción estrecha de patria chica, de chovinismo localista, lo llevó a ser activo colaborador del general San Martín, llegando a ser su Ministro de Hacienda en 1821. Retirado éste, mantuvo continuidad con el proyecto libertario y continental, siendo igualmente Ministro de Hacienda e instrucción de Simón Bolívar, en 1824.

Más claro todavía, es un hecho apenas conocido, dado el silenciamiento instalado para robarnos nuestra mejor memoria. Cuando el Congreso peruano, encabezado por el patriota José Sánchez Carrión, llama a Bolívar para terminar la guerra de independencia, ante las indecorosas traiciones del sucesor de San Martín, José de la Riva Agüero, éste escribe a San Martín, pidiéndole que regrese al Perú a enfrentarse a Bolívar.[22] San Martín le responde: “Al ponerme usted semejante comunicación, sin duda alguna se olvidó que escribía a un general que lleva el título de fundador de la república del país que usted, sí… que usted solo, ha hecho desgraciado… ¿cómo ha podido usted persuadirse que los ofrecimientos del general San Martín… fueron jamás dirigidos a un particular, mucho menos a su despreciable persona? Dice usted iba a ponerse a la cabeza del ejército… ¿y habrá un solo oficial capaz de servir contra su patria, y más que todo a las ordenes de un canalla, como usted?… Basta, un pícaro no es capaz de llamar por más tiempo la atención de un hombre honrado…”.[23]      

El hecho de que De la Riva Agüero fuera uno de los líderes del llamado “partido peruanista”, chovinista y localista, finalmente constructor de la república oligárquica peruana, centralista y etnocida, y que haya sido uno de los impulsores del odio y la calumnia histórica contra Bolívar y San Martín, sirve de criterio objetivo para despejar toda duda de la convergencia programática libertaria y justa de los dos grandes líderes revolucionarios patriotas.

El Tratado

Pero, además de todos esos elementos, queda sin duda uno de consistencia fundamental como prueba incontestable de la convergencia esencial entre los dos grandes libertadores sudamericanos: el Primer Tratado de Unidad Sudamericana. Formalización lógica y consecuente de su comunión de lucha y objetivo de integración continental.

Así lo prueban innumerables testimonios documentales. Tempranamente, al salir hacia Perú con la expedición libertadora en 1818, San Martín exponía de este modo su proyecto a los peruanos: “…Para dirigiros mi palabra con el derecho con que todo hombre puede hablar al oprimido… ahora los Estados independientes de Chile y de las Provincias Unidas de Sudamérica[24] me mandan entrar en vuestro territorio para defender la causa de vuestra libertad: ella está identificada con la suya y con la causa del género humano… Mi anuncio no es el de un conquistador que trata de sistematizar una nueva esclavitud. La fuerza de las cosas ha preparado este gran día de vuestra emancipación política y yo no puedo ser sino un instrumento accidental de la justicia y un instrumento del destino… La unión de los tres Estados independientes acabará de inspirar a la España el sentimiento de su impotencia y a los demás poderes, el de la estimación y del respeto… su alianza y federación perpetua se establecerán en medio de las luces, de la concordia y de la esperanza universal”.[25]

Casi exactamente en los mismos días, Bolívar, en el norte del continente, trabaja en la construcción del mismo proyecto común, precisamente hacia las repúblicas del cono sur, señalando expresamente que ha sido la base programática permanente desde los primeros días de la revolución: “Luego que el triunfo de las armas de Venezuela complete la obra de su independencia o que circunstancias más favorables nos permitan comunicaciones más frecuentes y relaciones más estrechas, nosotros nos apresuraremos con el más vivo interés a entablar por nuestra parte, el pacto americano, que formando de todas nuestras repúblicas un cuerpo político, presente la América al mundo con su aspecto de majestad y grandeza sin ejemplo en las naciones antiguas. La América así unida, si el cielo nos concede ese deseado voto, podrá llamarse la reina de las naciones, la madre de las repúblicas. Yo espero que el Río de la Plata, con su poderoso influjo, cooperará eficazmente a la perfección del edificio político a que hemos dado principio desde el primer día de nuestra regeneración”.[26]   

Ambos han vivido en Europa, como Francisco Miranda, como Simón Rodríguez, y como ellos, conocen muy bien el monstruo y sus dinámicas expansionistas por dentro; saben perfectamente que las repúblicas nacientes, solas y separadas, por voluntad de oligarquías conectadas a los intereses de las potencias hegemónicas, terminarán subordinando su soberanía y ocupando el lugar asignado por éstas en el mercado y la geopolítica mundial, perdida toda posibilidad de desarrollo y felicidad para sus pueblos. He ahí el fundamento estratégico del programa de unidad continental, al que la comunidad geográfica histórica y cultural da sustento material y posibilidad.

Mientras Bolívar, contra las colosales fuerzas de la incomprensión y el egoísmo, chovinistas, localistas y pro imperiales, levanta los esfuerzos por unir los países que va liberando en la “Gran Colombia” (actuales Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá), San Martín en Perú, y en la misma dirección de la unidad continental y la plena soberanía, establecía que “cualquier ciudadano de un Estado americano tendrá la plenitud de los derechos inherentes a los ciudadanos peruanos… por ciudadanos del Perú se reconocen todos los que hayan nacido o nacieren, en cualquiera de los Estados de América que hayan jurado la independencia de España”, y que dicha ciudadanía se perdería “por hacer algún acto hostil a la causa de la independencia de América… por recibir dádivas, emolumentos, comisiones… de cualquiera potencia extranjera sin anuencia del gobierno del Perú”.[27] 

En febrero de 1822, se produce el envío solidario de tropas del ejército del sur a las de Bolívar en el norte.

En marzo de ese mismo año, en una coincidencia que no es casual, sino fruto genuino de la necesidad de una misma tarea histórica y su cumplimiento por patriotas de igual compromiso revolucionario, el Hondureño José Cecilio del Valle, publica en Guatemala, en el periódico revolucionario el “Amigo de la Patria”, un articulo donde exponía similar plan de Integración.[28]

En mayo, dos meses antes de la famosa Conferencia de Guayaquil entre Bolívar y San Martín, por acuerdo de los dos gigantes libertarios, se firma el primer Tratado de Unión Sudamericana: el “Convenio de unión, liga y confederación perpetua” entre Perú y la Gran Colombia.

Siendo ministros plenipotenciarios, por Perú Bernardo de Monteagudo[29] y por Colombia Joaquín Mosquera. Se trataba de la más plena unidad militar, comercial y ciudadana, que hacía fundirse los derechos y deberes de peruanos y gran colombianos en todos los planos como uno solo y que se ofrecía a todos los demás Estados del continente.[30]

El 1° de mayo de ese año 1822, Mosquera arriba a Perú con su misión diplomática, definida en los siguientes términos por Bolívar: “la asociación de los cinco grandes Estados de América para formar una ‘nación de repúblicas’, objetivo tan sublime en sí mismo que no dudo vendrá a ser motivo de asombro para Europa. La imaginación no puede concebir sin pasmo la magnitud de un coloso que, semejante a Júpiter de Homero, hará temblar la tierra de una ojeada. ¿Quién resistirá a la América reunida de corazón, sumisa a una Ley y guiada por la antorcha de la libertad?”.[31]

La alusión a los cinco países en la cita, refiere a la explícita instrucción de proyectar el Tratado a Chile y las entonces Provincias Unidas. De ese modo, si se considera a ambos, más Perú y la Gran Colombia, puede dimensionarse que el tratado buscaba, según la intención de Bolívar, la unidad e integración de los actuales Perú, Bolivia, Colombia, Venezuela, Ecuador, Panamá, Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay.

Para aquilatar la visión de futuro del Libertador en esta temprana misión unitaria, cuando aún no se ha derrotado completamente al poder colonial español, cabe señalar que se trataba, en su intención e instrucciones a Mosquera, de incluir en el Tratado los territorios y pueblos de nueve de las actuales doce repúblicas suramericanas independientes que conforman la totalidad sudamericana de la actual UNASUR, y con solo Brasil (entonces monarquía constitucional y esclavista, formalmente independiente, bajo monarca portugués), Guyana y Surinam (entonces colonias inglesa y holandesa, respectivamente) no consideradas, además de Panamá que por entonces no existía y sería separada de Colombia a inicios del siglo XX.

Que el Tratado no era una simple declaración de intenciones o formalización de solidaridad ante el enemigo común, y que más aún, no se limitaba siquiera a la pura alianza de defensa, sino que se convertía en un instrumento ejecutivo de integración amplia y estructural, lo muestra el propio tenor de su texto que habla de un “Tratado de Unión, Liga y Confederación de paz y guerra… para asegurar la independencia americana, entre Colombia y Perú… para sostener con su influjo y fuerzas marítimas y terrestres… su independencia de la nación española y de cualquier otra dominación extranjera, y asegurar, después de reconocida aquella su mutua prosperidad, la mejor armonía y buena inteligencia, así entre sus pueblos, súbditos y ciudadanos, como con las demás potencias con quien deben entrar en relaciones”.[32]

Consecuente con la permanente lucha programática por la unidad continental, “los libertadores de Colombia y Perú se obligaban formalmente a interponer sus buenos oficios con los gobiernos de los demás Estados de la América antes española, para entrar en este Pacto de unión, liga y confederación perpetua”.[33]   

Impuesta por las necesidades de la hora, establece, en primer lugar, la alianza conjunta militar y de defensa: “La República de Colombia y el Estado de Perú se prometen y contraen… un pacto perpetuo de alianza íntima y amistad firme y constante para su defensa común, para la seguridad de su independencia y libertad, para su bien recíproco y general y para su tranquilidad interior, obligándose a socorrerse mutuamente y a rechazar en común todo ataque o invasión que pueda, de alguna manera, amenazar su existencia política” (letra a).

Establece, además, por primera vez en la historia republicana, la ciudadanía sudamericana: “…los ciudadanos de Perú y de Colombia gozarán de los derechos y prerrogativas que corresponden a los ciudadanos nacidos en ambos territorios, es decir, que los colombianos serán tenidos en el Perú por peruanos y éstos, en la república, por colombianos” (letra b).

También la unión comercial: “Los súbditos y ciudadanos de ambos estados tendrán libre entrada y salida de los puertos y territorios respectivos y gozarán en ellos de todos los derechos civiles y privilegios de tráfico y comercio… los buques y producciones territoriales de cada una de las partes contratantes no pagarán más derechos de importación, exportación, anclaje y tonelaje, que los establecidos o que se estableciesen para los nacionales en los puertos de cada Estado, es decir, que los buques y producciones de Colombia abonarán los derechos de entrada y de salida en los puertos del Estado del Perú como peruanos, y los del Estado del Perú en Colombia como colombianos” (letras c y d).

Finalmente, se establecían mecanismos conciliatorios y pacíficos para desacuerdos limítrofes al interior de la confederación, y la defensa conjunta del sistema democrático republicano, ante amenazas en cualquiera de los Estados (letras e y f).[34]      

El tratado fue publicado en Perú por medio de una “Gaceta extraordinaria” por expresa instrucción de San Martín en mayo de 1822.[35] Ciertamente, la caída del Ministro Bernardo de Monteagudo en Perú, y el auto exilio de San Martín, así como la conspiración contra Bolívar y su proyecto de federación sudamericana, tanto en Perú como en Colombia, terminaron por derrotar la aplicación del Tratado. Sin embargo, queda como uno de los primeros y más grandes hitos en la memoria continental de unidad e integración.

Así como también constituye una prueba incontestable de la comunión libertaria y unitaria de los dos grandes libertadores sudamericanos.

Dos años después, en diciembre de 1824, dos días antes de la batalla de Ayacucho, que habría de sellar estratégicamente la independencia continental del poder colonial español, Bolívar y su Ministro peruano, José Faustino Sánchez Carrión, firman el Decreto del gobierno peruano donde convocan a los gobiernos de Chile, Perú, las Repúblicas Unidas (actual Argentina), México y Guatemala, al Congreso de constitución de la Federación Sudamericana, teniendo como sede el istmo de Panamá, entonces parte de la Gran Colombia.[36]

En el llamamiento al famoso “Congreso Anfictiónico de Panamá”, traen a la memoria el señero primer Tratado de Unidad Sudamericana, realizado entre los libertadores de tres y cinco repúblicas, Bolívar y San Martín, en 1822: “El gobierno del Perú celebró en 6 de junio de aquel año un tratado de alianza y confederación con el plenipotenciario de Colombia; y, por él, quedaron ambas partes comprometidas a interponer sus buenos oficios con los gobiernos de la América, antes española, para que entrando todas en el mismo pacto, se verifícase la reunión de la asamblea general de los confederados”.[37]

Por esos mismos días, se publica un Ensayo que llama vehementemente a sostener la iniciativa: “Ningún designio ha sido más antiguo entre los que han dirigido los negocios públicos, durante la revolución, que formar una liga general contra el común enemigo y llenar, con la unión de todos, el vacío que encontraba cada uno en sus propios recursos…”. Quien lo escribe no es otro que el mismo que actuara como plenipotenciario del Perú en el histórico Primer Tratado: Bernardo de Monteagudo.

Fiel a su concepción de radical inclusión e igualdad social, antioligarquica, como componente de esta unidad continental, agrega: “…el año 25 se realizará, sin duda, la federación hispanoamericana bajo los auspicios de una asamblea cuya política tendrá por base consolidar los derechos de los pueblos y no los de algunas familias que desconocen, con el tiempo el origen de los suyos….” .[38] 

Apenas publicado el Ensayo, el último gesto revolucionario de uno de los firmantes del Primer Tratado de Unidad Sudamericana, este ilustre, aunque extremadamente polémico patriota, fue asesinado en Lima, sin que pudiese esclarecerse nunca a los autores intelectuales. Poco antes, había escrito en las trincheras periodísticas patriotas su epitafio: “Yo no renuncio a la esperanza de poder servir a mi país, que es toda la extensión de América”.[39]

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[1] Sociólogo investigador chileno, integrante del Capítulo Perú de ALBA Movimientos. Este Artículo fue elaborado, originalmente, como insumo de la Cátedra de Integración Sudamericana “José Carlos Mariátegui”. Lima, Perú. Octubre – Noviembre de 2008.

[2] Unión de Naciones Suramericanas – UNASUR. Comunidad política, económica y cultural de los 12 países independientes de Sudamérica: Bolivia, Perú, Chile, Argentina, Ecuador, Brasil, Uruguay, Paraguay, Colombia, Venezuela, Guyana y Surinam. Constituida por Tratado de 23 de mayo de 2008 en Brasilia. Está en desarrollo, planteándose como objetivos estratégicos el Banco Central, la Moneda, el Consejo de Defensa Militar y la Ciudadanía comunes Sudamericanas. 

[3] Jiménez, Ricardo. El cabalgar de Tupac Amaru por la más alta de las memorias: el presente. En:

http://www.conbolivar.org/index.php?option=com_content&task=view&id=196&Itemid=33

[4] San Martín, José de. Proclama del 27 de julio de 1819. En: Comisión Nacional del Centenario. Documentos Archivo general san Martín. Buenos Aires, Argentina. Coni Hermanos. 1910. 12 Volúmenes. Tomo II, Pág. 42.

[5] Mitre, Bartolomé. Historia de San Martín. Suelo Argentino. Buenos Aires, Argentina. 1950. Pág. 392.

[6] Rojas, Ricardo. El santo de la espada. Buenos Aires, Argentina. Losada. 1948. Levene, Ricardo. El genio político de San Martín. Kraft. Buenos Aires, Argentina. 1950. Ibarguren, Carlos. San Martín íntimo. Dictio. Buenos Aires, Asrgentina. 1977.

[7] El nombre venía del uso de finas mantillas que lucían las mujeres de esta aristocracia en la ritual misa del domingo

[8] Es el poema Bernardo O´Higgins Riquelme 1810 de Pablo Neruda incluido en Canto general de Chile, escrito en 1950.

[9] Es el caso de la Colección de Documentos “Colombres Mármol”, cuyos errores históricos, ordenación confusa y probada falsificación de una firma por perito calígrafo ha sido refrendada por la Academia de Historia de Caracas y diversos historiadores. La supuesta “Carta de San Martín a Bolívar de 28-7-1827”, probadamente falsa por la Academia Nacional de la Historia de Argentina. El testimonio del marino chileno Luis Cruz en Carta a O´Higgins del 28-8-1822, donde pretende saber lo hablado por Bolívar y San Martín en la Conferencia de Guayaquil, donde él no estuvo presente. Éstas y otras falsificaciones probadas, buscan todas instalar una supuesta enemistad y encono entre los dos grandes próceres sudamericanos.  

[10] Cochrane, Thomas. Folleto del 11 de diciembre de 1822. Citado en: Gandía, Enrique de. Memorias del General Iriarte. Fabril. Buenos Aires, Argentina. 1962. 2 Tomos. Págs. 122 a 130.

[11] Sánchez, Luis A. Historia General de América. Ercilla. Santiago de Chile. 1963. 2 Tomos. T. II, Pag. 39.

[12] Carta de Simón Bolívar a José de San Martín del 23 de agosto de 1821. En: Lecuna, Vicente. Cartas del Libertador. Tomo II, Pág. 380. 

[13] Carta de José Sucre a José de San Martín. Citado en Jiménez, Ricardo. El largo parto de un pensamiento propio. Historicidad y generalización ahistórica en América Latina. CCB Bolivia – RUTA – Centro de estudios José Carlos Mariátegui. La Paz, Bolivia. 2008. Págs. 131 y 132.

[14] Carta de Simón Bolívar a José de San Martín del 17 de junio de 1822. En: Lecuna, Vicente. Op. Cit. Tomo III, Pág. 41. 

[15] Carta de José de San Martín a Simón Bolívar del 13 de julio de 1822. Op. Cit.  Pág. 29. 

[16] Así lo prueba su correspondencia, particularmente una carta que le envía uno de sus más cercanos amigos personales, donde se detalla con mucha antelación su renuncia y el llamamiento al primer Congreso. Carta de  Juan García del Río a José de San Martín del 21 de marzo de 1822. En: Comisión Nacional del Centenario. Op. Cit.  Tomo VII, Págs. 455 y 458.    

[17] Especialmente, Carta de José de San Martín a Guillermo Miller de 19 de abril de 1827. En: Museo Histórico Nacional. San Martín. Su correspondencia. 1823 – 1850. Buenos Aires, Argentina. 1911. Pág. 71.

[18]  Especialmente, Carta de Simón Bolívar a Francisco de Paula Santander del 29 de julio de 1822. En: Galazo, Norberto. Seamos libres y lo demás no importa. Vida de San Martín. Ediciones Colihue. Argentina. 2000. Pág. 413.

[19] Carta de Simón Bolívar a José de San Martín del 25 de julio de 1822. En: Comisión Nacional del Centenario. Op. Cit.  Tomo VII, Pág. 436.

[20] Especialmente aclaradas con plena consistencia documental, lógica e histórica en La entrevista de Guayaquil. Restablecimiento de la verdad histórica. Ministerio de Educación. Caracas, Venezuela. 1952. 

[21] Rojas, Ricardo. Op. Cit.

[22] Carta de José de la Riva Agüero a José de San Martín del 22 de agosto de 1823. En: Museo Histórico Nacional. Op. Cit. Pág. 337.

[23] Carta de José de San Martín a José de la Riva Agüero del 23 de octubre de 1823. Op. Cit. Pág. 338.

[24] Refiere a territorios de los actuales Argentina y Uruguay, más partes de los actuales Paraguay y Bolivia.

[25] San Martín, José de. Manifiesto a los limeños y habitantes del Perú, de 13 de noviembre de 1818, desde Santiago de Chile. En:  Comisión Nacional del Centenario. Op. Cit. Tomo XI, Pág. 197 a 201.

[26] Carta de Simón Bolívar a Juan Martín de Pueyrredón de 1818, desde Angostura, Venezuela. En: Trías, Vivian. Simón Bolívar y el nacionalismo del Tercer Mundo. Luciano Osares. Buenos Aires, Argentina. 1987. Pag. 76. Purreydon, a la cabeza del gobierno argentino, cederá finalmente a los intereses y exigencias de las familias comerciantes de Buenos Aires, ligadas al mercado mundial y privilegiadas con el monopolio del impuesto aduanero, traicionando el proyecto de unidad.

[27] Gobierno del Perú. Estatuto provisional de 8 de octubre de 1821. Sección IX, artículo 10, y Sección II, artículo 5. En: Comisión Nacional del Centenario. Op. Cit. Tomo IX, Pág. 497.

[28] Del Valle llegó a ser fundador y primer presidente, en 1824, de la “República Federal de Centroamérica”, que incluía a las actuales Guatemala, El salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Belice y parte del estado mexicano de Chiapas. Fue finalmente fragmentada en 1839.

[29] Extraordinario y muy polémico revolucionario patriota. Nacido a la vida revolucionaria bajo el liderazgo de Mariano Moreno en la primera y más radical junta patriota argentina. Pasó a ser uno de los más importantes cuadros de la Logia Lautaro; representando a su ala más autoritaria, es uno de los responsables en el asesinato de los ilustres patriotas chilenos hermanos Carrera, con quienes la Logia mantenía mutua y acerba pugna y odio. Ministro de San Martín en Perú, asume su tesis de la necesidad táctica de la monarquía constitucional, será derrocado y desterrado por la oligarquía limeña descontenta con su política de unidad continental y justicia social. Bolívar lo reivindicará luego, incorporándolo a las filas de su gobierno peruano, momento en que es asesinado, ignorándose los autores intelectuales del crimen. Es quizás el único revolucionario patriota que fue cuadro de los tres grandes líderes sudamericanos: Mariano Moreno, José de San Martín y Simón Bolívar.

[30] Galazo, Norberto. Op. Cit. Págs. 397 a 400.

[31] Instructivo de Convocatoria para el Tratado de Unión. Simón Bolívar. En: Ibarguren, Carlos. San Martín íntimo. Buenos Aires, Argentina. Dictio. 1977. 

[32] Tratado de Alianza Colombia – Perú, firmado en Lima el 6 de julio de 1822, ratificado el 15 de julio de 1822. En: Documentos Archivo General San Martín. Comisión Nacional del Centenario. Buenos Aires, Argentina. Coni Hermanos. 1910. 12 volúmenes. Preámbulo. Tomo VI. Pág. 537. 

[33] Pérez, Antonio. Ideología y acción de San Martín. Eudeba. Buenos Aires, Argentina. 1966. Pág. 52.

[34] Tratado de Alianza Colombia – Perú… Op. Cit. Tomo VII. Págs. 537 a 543.

[35] Gobierno del Perú. Gaceta Extraordinaria del Gobierno. Lima, Perú. 17 de septiembre de 1822.

[36] Circular de S. E. el Libertador de Colombia y encargado del supremo mando de la República del Perú, invitando a los gobiernos de las demás repúblicas de América a mandar sus representantes al istmo de Panamá con el fin de celebrar una Asamblea General. Lima, Perú. Diciembre 7 de 1824. Simón Bolívar, Jefe de Estado. José Sánchez Carrión, Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores. En: En: Alva, Luis & Ayllón, Fernando. Selección y prólogo. En defensa de la patria: José Faustino Sánchez Carrión (Selección de escritos de José Faustino Sánchez Carrión). Pág. 136 a 138. En: http://www.comunidadandina.org/bda/docs/CAN-CA-0002.pdf   

[37] Porras Barrenechea, Raúl. El Congreso de Panamá (1826). Imprenta la Opinión Nacional. Lima, Perú. 1930. Págs. 3 a 6. 

[38] Monteagudo, Bernardo. Ensayo sobre la necesidad de una Federación General entre los Estados Hispanoamericanos y Plan de Organización. Enero de 1825. Citado en: Galván, C. Monteagudo, ministro y consejero de San Martín. Claridad. Buenos Aires, Argentina. 1950. Pág. 243.  

[39] Citado en: Galazo, Norberto. Op. Cit. Pág 473.