Por Dr. Fernando Cebamanos
Por definición la tasa de letalidad es la proporción de fallecimientos en relación a las personas que se han contagiado. Este aparente simple cálculo puede por varios factores. El primero (que nos puede llevar a la tentación de compararlo con otros países) es que depende del número de pruebas realizadas en la población. Si aumentamos las pruebas en la población la tasa de letalidad disminuye en proporción a este aumento.
En una comparecencia Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), tras proyectar una gráfica explicativa de las cifras españolas, aclaró que «los datos a los que tenemos acceso al principio implican que detectamos sobre todo a todos los fallecidos, luego la letalidad baja porque detectamos muchos más casos leves o asintomáticos, por lo tanto la parte proporcional de fallecidos es menor».
Antes de entrar en mérito a lo que ha sucedido en Panamá llamo la atención que los “expertos” panameños insistían en que no era correcto comparar cifras entre países, pero repentinamente empezaron a comparar la letalidad con otros países. En particular si pueden darle un toque contra Cuba: “solo para conocimiento general, % de letalidad en Cuba anda por 3.6% por ahora” @xsaezll
En realidad este indicador se está usando para dar una falsa seguridad en la población de que el gobierno y/o su equipo están logrando buenos resultados.
El COVID-19 presenta una baja letalidad en comparación con otros virus y enfermedades. 2 ó 3 de cada 100 personas que lo contraen, mueren. Esa es la tendencia en Panamá y el mundo. El problema del virus no es su letalidad, es decir muertos en comparación a casos detectados, sino su rápida expansión, su virulencia, ataca a un amplio espectro de la población, no hay vacuna aún ni tratamientos profilácticos o preventivos ni para curar enfermos que se hayan comprobado científicamente su efectividad de manera total.
Entonces viene el tema de Panamá. Aquí a pesar de que tenemos una letalidad “normal” en comparación con el resto del mundo, el porcentaje de mortalidad es sumamente alto. Estamos en 23.5 muertos por cada 100 mil habitantes lo que nos coloca entre los 16 países con más alta letalidad del mundo y 7 en todo el continente. Pero además los niveles de contagio de la población son preocupantes. En este renglón, por cada 100 mil habitantes, en lo que va del mes de julio, el más duro, estamos de segundo en el mundo y primero en el continente.
De acuerdo a Johns Hopkins University estamos de 16 a nivel mundial en muertes por cada 100 mil habitantes. Y superamos con 982 muertos por lejos a Uruguay y Cuba que tienen 31 y 87 respectivamente, pese a tener una letalidad arriba de 3, mientras Panamá tiene 2.
En lo que va del mes de julio han muerto 369 personas (de un total de mil) y se han registrado 16,823 casos, por ello a pesar de la cantidad de pruebas practicadas, la letalidad se sitúa en 2.2, es decir ha aumentado, porque las muertes también lo han hecho de una forma exponencial, al igual que los contagiados.
Esto se explica por varias razones.
En Panamá el virus se propaga más rápido que en otros países. Los últimos resultados indican que casi 4 panameños de 10 a los que se les practica la prueba resultan positivo, y ese es un porcentaje altamente peligroso que explica la expansión del virus.
En Panamá el virus se disemina más en un área geográfica pequeña de menos de 4 mil km2 pero altamente poblada, casi 2 millones de habitantes (la mitad de la población nacional), Hablamos de la zona de tránsito, donde se desarrolla más del 75% de la actividad económica del país y 4 distritos (La Chorrera, Arraiján, ciudad capital y San Miguelito), de dos provincias, Panamá y Panamá Oeste. Allí se concentran más de 37 mil casos, es decir, más casos que 150 países en el mundo, la mayoría con más población y extensión territorial que Panamá. Ello nos dice la alta volatilidad del virus en nuestro país, que se extiende rápidamente a otras provincias. Ya Colón, la otra provincia de tránsito, que limita con las provincias mencionadas, pasó de 743 casos, en un mes, a más de 2,800 casos (270% más).
Esta situación de trasmisión rápida del virus en la población, plantea en países como el nuestro, con una salud pública precaria, el colapso vertiginoso y abrupto de los hospitales como estamos viviendo en estos momentos.
Pero hay otra situación. De los 24,163 casos que se reconocen como activos, más de 21,675 están en aislamiento domiciliario. Es decir, están en sus casas, con sus familiares y vecinos expuestos al virus. Esto es un problema para la llamada trazabilidad, puesto que si el promedio por familia en las áreas más vulnerables, donde se presenta más casos y hacinamiento, es de 5, entonces hablamos de más de 100 mil personas directamente expuestas. Y si a cada persona se le averiguan sus contactos, la cifra sería aún mucho mayor, imposible de aislar en las condiciones actuales, por lo cual lo único que podría frenar el virus es una cuarentena total y absoluta.
Para ello ya hemos dicho. Urge un bono de al menos 500 balboas para alimentos y medicamentos para las familias que hoy padecen hambre, moratoria total y real (incluidos intereses), suspensión de toda acción de lanzamiento, desalojo, secuestro o cortes de servicios. Pedir ayuda internacional a países con experiencias exitosas en este tipo de crisis. Apoyo a los trabajadores de la salud, agotados y enfermándose. Y garantizar los servicios básicos a la población. Solo así podremos lograr una cuarentena que detenga el alto número de muertes y casos en crecimiento.
Pero el problema central, es un gobierno con falta de voluntad para atender las necesidades de la población, sin estrategia real para enfrentar el virus, negligente e incapaz, que miente para engañar a la población mientras persiste el robo y la corrupción, que ha preferido favorecer al capital financiero y a la gran empresa, violar los derechos laborales y mandar al pueblo al matadero.
Nos espera un futuro de mayor pobreza, desempleo, hambre y miseria. El único camino es la lucha en defensa de los intereses del pueblo.
Panamá, 16 de julio de 2020.
*Presidente FAD