Las noticias provenientes de Washington lo confirman: los círculos de poder del ala Demócrata, en la previa de entregarle el bastón de mando imperial al ala Republicana, han decidido sacar a Cuba de la espuria Lista de Estados Patrocinadores del Terrorismo.

El hecho reedita lo que sucedió hace cuatro años cuando en la misma situación, lo que a la inversa, el presidente republicano Donald Trump designó, sin ninguna evidencia, a Cuba como Estado patrocinador del Terrorismo, una semana antes de dejarle colgada en la puerta las llaves de la Casa Blanca a Joseph Biden, quien hoy devuelve la jugada.

En ninguno de los dos casos, ni la lucha contra el terrorismo, ni el papel real desempeñado por Cuba, su pueblo y su gobierno, en la lucha contra el terrorismo internacional del cual ha sido víctima —incluyendo el auspiciado, financiado, permitido, ignorado y perdonado desde Estados Unidos—, ni los intereses elementales de política exterior del propio gobierno estadounidense han sido tenidos en cuenta. Se ha tratado de una jugada entre las dos alas del poder norteamericano en la cual utilizan a Cuba como munición contra la otra.

No había el 11 de enero de 2021, como no la hay el 14 de enero de 2025, ni una sola razón legal, legítima, moral o política que justifique la presencia de Cuba en la espuria lista a cargo del Departamento de Estado. Eso lo conocen bien quienes se encargan de las relaciones entre los dos países y las agencias y organismos técnicos de seguridad de EE. UU., quienes han reconocido en múltiples ocasiones el papel desempeñado por Cuba en la prevención y lucha contra el terrorismo internacional, en todas sus manifestaciones.

Ninguna de las razones que se expuso en enero de 2021 para la inclusión de Cuba en esa lista era real. Lo paradójico, es que ninguno de los hechos que se mencionaron entonces como justificación, manipulados hasta el paroxismo en aquel momento, han cambiado: Cuba continúa brindando su decidido apoyo a las conversaciones de paz entre el Estado colombiano y el Ejército de Liberación Nacional, en calidad de garante y de acuerdo a los principios del Derecho Internacional y los protocolos de las negociaciones entre las partes; Cuba defiende el derecho al asilo político frente a la persecución de los círculos de poder estadounidense, como protegen las leyes internacionales; Cuba mantiene el irrestricto apoyo al gobierno legítimo de Venezuela, encabezado por su recién reelecto presidente Nicolás Maduro. 

Ello pone en evidencia que la designación de Cuba en aquel momento no obedecía a ningún razón lógica de lucha genuina contra el terrorismo; la exclusión del espurio listado en este momento, lo demuestra.

La permanencia de Cuba en ese listado ha causado —y todavía causa— un daño humano irreparable e incalculable. La cobarde inclusión por parte de Donald Trump ocurrió en medio de la peor pandemia sanitaria de los últimos cien años: la de la covid-19, en enero de 2021. Desde entonces, y solo en estos cuatro años, sin contar todo el otro andamiaje del bloqueo, añejo de 65 años, a Cuba le han sido negados financiamientos imprescindibles para enfrentar aquella terrible pandemia que dejó más de 8000 muertos en la Isla;, o para enfrentar los devastadores huracanes que asolaron el país en 2022 y 2024. La inclusión de Cuba en esa lista desalienta, todavía hoy, incluso con estos anuncios, la primera fuente de ingresos de divisas del país, el turismo, al dificultar que visitantes que viajen a Cuba lo hagan luego a EE. UU. Las dificultades financieras, comerciales, de riesgo-país, entre otras, asociadas a esa lista no son retóricas: tocan a la puerta de cada cubana y cubano y de cada persona relacionada con Cuba, de cualquier forma.

La espuria designación de Cuba como país patrocinador del terrorismo está en la base de la formidable crisis migratoria cubana de los últimos años, como no le quedó más remedio que reconocer al exasesor de Barack Hussein Obama, Ben Rhodes en 2022. 

La lista de países patrocinadores del terrorismo ha intentado ser el garrote de la política contra Cuba que fue formulada en 1960 con el infame memorandum de Lester Mallory: «El único medio previsible de enajenar el apoyo interno es el desencanto y la desafección basados en la insatisfacción y las penurias económicas. (…) negar dinero y suministros a Cuba, para disminuir los salarios monetarios y reales, para provocar hambre, desesperación y derrocamiento del gobierno».

Ese intento, de carácter genocida, fracasó. Esa resistencia, al precio de muchas vidas inocentes, de la calidad de vida de todo un pueblo y de las penurias que vivimos las cubanas y cubanos, no ha logrado ser vencida. En ese noble empeño, organizaciones y movimientos populares de Nuestra América y el mundo  han acompañado la lucha del pueblo cubano y han exigido su salida de esa lista. A ellas también corresponde la satisfacción de la victoria hoy.

Pero no nos podemos engañar: Cuba debía salir de esa lista porque es injustificable su presencia, desde todo punto de vista, pero el problema es la existencia misma de la lista que actúa como espada de Damocles sobre todos los gobiernos que incomoden a Estados Unidos. La Casa Blanca no tiene mandato internacional, ni legitimidad política, ni moral ningunas para determinar quién cumple o no en materia de lucha contra el terrorismo internacional. La lista expresa la política imperialista de determinar quiénes son sus enemigos, de acuerdo a espurios intereses internos de la politiquería electoral y externos de la geopolítica de los centros de poder. Lo que debe desaparecer es la lista y la presunta legitimidad que ella otorga para imponer medidas de guerra económica contra cualquiera de nuestros países.

La lucha de los pueblos, en particular el de Cuba, es contra el terrorismo y contra los listados espurios. No asumimos la decisión de último minuto de Joseph Biden como un regalo, sino como la comprobación de su derrota y la alerta de que es aún necesaria la lucha por desmantelar el bloqueo y la guerra económica contra Cuba, así como luchar contra la existencia de la lista misma.

Cuba, los pueblos que nos acompañan en esta lucha, los movimientos populares organizados tenemos la misma firme convicción de que estamos CONTRA EL TERRORISMO Y CONTRA LAS LISTAS ESPURIAS.