En América Latina y el Caribe hemos vivido durante el siglo XXI un intenso proceso de cambios políticos a nivel continental que han modificado nuestra posición como región a nivel global, y nos han puesto en la urgencia de construir procesos de soberanía, unidad, integración que nos permitan consolidar una región donde la garantía del respeto por los derechos de los pueblos nuestroamericanos sea la prioridad.
Las consecuencias devastadoras que la presencia del imperialismo norteamericano ha dejado en nuestros territorios, y sus intentos por reinventar sus mecanismos de intervención con nuevas y variadas formas de sometimiento de imposición del modelo neoliberal son ampliamente conocidas. Frente a esto, han sido numerosas las experiencias de respuesta que los pueblos hemos impulsado para exigir respeto a nuestra soberanía en el concierto de voces global, particularmente en la lucha contra el ALCA como el principal signo de estos levantamientos, y contra los intentos de continuar, por otras vías, con nuevos nombres o eufemismos cada vez más coloridos y sutiles, acuerdos económicos y comerciales que buscan continuar reproduciendo el lugar de los países latinoamericanos y caribeños en la división internacional del trabajo, así como la perpetuación de relaciones políticas que no tienen en cuenta la autodeterminación de los pueblos, sus instituciones y procesos electorales.
A pesar del retroceso que implicó para nuestros pueblos el retorno neoliberal- conservador a partir de 2015, hoy nos encontramos en un momento de resurgimiento de plataformas de integración regional como la CELAC, la UNASUR, y el re impulso de mecanismos regionales en materia comercial como MERCOSUR, con una perspectiva más cercana a los principios reconfigurados a partir del siglo XXI.
Uno de los principales signos de este nuevo momento han sido los intentos de los presidentes de nuestra región de fortalecer mecanismos de integración regional, como la CELAC y la UNASUR mencionados anteriormente, donde los presidentes de la región volvieron a encontrarse en escenarios latinoamericanos y caribeños, fuera de la órbita de los EE.UU y los espacios regionales que creó para garantizar sus objetivos hemisféricos.
El precedente soberano e independiente de la derrota del ALCA que nos llena de orgullo, ubicó en el centro de nuestras preocupaciones como región la necesidad de crear instancias regionales, no alineadas con los intereses foráneos, para establecer relaciones políticas y comerciales desde una perspectiva de complementariedad, cooperación y solidaridad, que tuviera en cuenta las realidades productivas y económicas de nuestro continente, y buscara salir de la matriz dependiente que nos fue impuesta en la división internacional del trabajo por parte de las potencias imperiales.
El lugar que ha ocupado nuestra región en el esquema centro – periferia del orden global, ha reproducido el rol dependiente de nuestras economías dejando como únicas actividades rentables la primarización productiva y la exportación de materias primas y bienes con escaso valor agregado en las dinámicas del capital. Esta división internacional impuesta por el norte global a nuestra región y a todo el sur global, dio impulso a una serie de golpes de Estado con programas económicos que debilitaron los intentos de industrialización y proyectos de mayor soberanía de algunas experiencias nacionales en nuestra región. Resta aclarar la contribución en este proceso por parte de los organismos multilaterales de crédito como el FMI y el BM quienes hasta el presente ahogan con el mecanismo del pago de las deudas ilegítimas el futuro de nuestros pueblos.
Es a partir de todos los antecedentes mencionados anteriormente, que desde los movimientos sociales y populares, centrales sindicales, partidos políticos y organizaciones sociales, rechazamos los nuevos intentos de, con eufemismos, someter nuevamente nuestra región a ocupar estos lugares de primarización, que atentan contra el desarrollo industrial de nuestras economías, como es el acuerdo firmado en 2019 entre Mercosur y la Unión Europea.
El texto del acuerdo firmado en 2019 ―que llevaba más de 20 años sin conseguir un consenso por los contenidos asimétricos propuestos en sus cláusulas― no es muy distinto del espíritu que ya tenía la propuesta del ALCA que enterramos en Mar del Plata en 2005: incluye dimensiones más allá del comercio de mercancías e implica otras áreas que debilitan aún más la soberanía nacional como la contratación pública, los servicios, la propiedad intelectual, la legislación laboral y medioambiental, y limitan con ello la capacidad reguladora del Estado.
El proyecto de una región que salga del esquema centro-periferia nos ubica en un dilema fundamental sobre nuestro futuro. No solo es necesario impulsar instancias de integración política, sino consolidar proyectos de integración productiva que nos permitan transformar nuestras matrices productivas para ubicarnos en lugares menos asimétricos a nivel global, y en especial, que no dependan de tratados basados en la subordinación. Un acuerdo birregional debe tener como principios el respeto por la soberanía nacional, la autodeterminación de los pueblos donde no se impongan los tipos de actividades económicas y los métodos de desarrollo de las mismas, y que nos permitan construir desde los principios de nuestros pueblos, respetuosos de la relación con los bienes comunes, pero a la vez que nos permitan alcanzar niveles de soberanía e industrialización que nos fortalezcan como región.
Desde los pueblos de nuestra región, reconocemos la participación de algunos países europeos en los esfuerzos que hemos impulsado para la resolución política de conflictos en la región, como fue la participación de Suecia y Noruega como garantes de los Acuerdos de Paz desarrollados en La Habana en 2016 y la mesa de negociaciones que se adelanta en la actualidad en la misma localidad. Aprovechamos esta oportunidad para resaltar que Cuba, firme comprometida con la paz de nuestra región, continúa injustamente incluída en la lista de países que patrocinan el terrorismo que, como ha afirmado el propio jefe de la diplomacia de la Unión Europea (UE), Josep Borrel, es una barbaridad injustificada, y que su exclusión de este listado es una urgencia para los pueblos de Nuestra América.
Con estos precedentes, de acompañamiento y complementariedad, consideramos que la próxima Cumbre de la CELAC-UE puede ser una oportunidad para ratificar el compromiso de Europa con los procesos de soberanía e integración de nuestra región, y para reflexionar sobre el carácter asimétrico y de subordinación del acuerdo MERCOSUR-UE desarrollado anteriormente. Acompañamos la posibilidad de impulsar acuerdos birregionales, pero en condiciones de igualdad y no de subordinación y asimetría: América Latina y el Caribe es mucho más que solo un gran mercado de millones de consumidores para la manufactura europea, que para avanzar en la consolidación de relaciones mutuas, deben estar basadas en la igualdad donde no pueden haber medidas de coerción de ningún tipo.
En ese sentido, recibimos con profunda preocupación la convocatoria hecha unilateralmente por la UE, sin consultar a los países de la CELAC, del denominado “Foro UE-América Latina y el Caribe: Socios para el Cambio” donde fue invitada una lista de sectores de la “sociedad civil” cuya identidad se desconoce y alertamos rompe con la concepción igualitaria y equitativa de voces y opiniones de la sociedad civil de ambos continentes, que buscamos construir desde las iniciativas convocadas por movimientos sociales y expresiones organizadas en la construcción de la Cumbre de los Pueblos durante los mismos días de la Cumbre.
Traemos con nosotros y nosotras la lucha de generaciones que hace más de 500 años se levantaron en contra del desembarco colonial en nuestras tierras, y por esa razón tenemos la responsabilidad histórica de exigir relaciones equitativas que permitan fortalecer escenarios de integración en diversas áreas, que contribuyan a consolidar nuestra región como un continente de paz, libre de bloqueos económicos y comerciales, que nos permita independencia política, así como un impulso productivo para diversificar nuestras economías con el fin de desarrollar nuestras industrias y nuestra tecnología en una relación no dependiente
La principal tarea de la Cumbre CELAC-UE debe ser contribuir a la transformación de las relaciones birregionales en unas equitativas, que tengan como prioridad el bienestar y los derechos de los pueblos. Hoy nuestro continente es una potencia mundial en términos ambientales y humanos, lo que nos obliga a reflexionar y transformar para siempre las dinámicas productivas del capitalismo, protagonizadas por la violencia, el acaparamiento de las mejores tierras, el ejercicio arrasador de multinacionales en nuestros territorios, y los chantajes económicos y financieros sobre nuestra región, para cumplir con el respeto los procesos de soberanía y autodeterminación que hemos sabido construir.
Por un continente digno y soberano,
Por relaciones que respeten la autodeterminación de los pueblos,