por Pablo Solana
En 1986 las juventudes de izquierda pintaban en las paredes “Si Nicaragua venció, El Salvador vencerá”. Pero algunos no se quedaron solo en la expresión de deseos. Esta es la historia de Marcelo Feito, un pibe de 22 años. Un obrero metalúrgico del conurbano bonaerense que se tomó en serio la invitación a “ser como el Che”.
Cuando, en El Salvador, Miguelito Mármol se emocionó al contarme que había combatido junto a Marcelo Feito, que era una leyenda internacionalista y que hoy una escuela lleva su nombre, mi primera reacción fue de sorpresa: hasta entonces había creído que la historia de Marcelo no era conocida fuera de los círculos del Partido Comunista de la Argentina donde él había militado. Sin embargo, en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) la historia del teniente Rodolfo –nombre de guerra con el que lo recuerdan– despierta la justa admiración que su figura aún no encuentra en su tierra natal.
Un pibe del conurbano
Marcelo Daniel Feito nació el 30 de mayo de 1965 en la zona norte del gran Buenos Aires, en Villa Ballester, partido de San Martín. Hincha de Independiente (los diablos rojos) y de familia comunista, militó desde edad temprana en la Regional Norte de la Fede, la Federación Juvenil Comunista (FJC).
Al terminar el colegio trabajó como tornero en la empresa metalúrgica Tensa, en Munro, no muy lejos de donde vivía. Tenía 20 años cuando fue incorporado a las listas de militantes de la Fede que participarían de la segunda Brigada del Café, en Nicaragua, a principios de 1986.
Nicaragua, “un camino sin retorno”
La primera brigada del café, en 1985, había generado mucho revuelo: el envío de 120 jóvenes comunistas argentinos a colaborar con la Revolución Sandinista despertó el rechazo de la prensa hegemónica, la preocupación del gobierno argentino y el seguimiento de la Embajada de los EEUU. En esta Bitácora Internacionalista Diana Carolina Alfonso relata la experiencia del Movimiento de Brigadistas Libertador General San Martín (MBLGSM), de donde surgieron también iniciativas clandestinas como la participación de militantes de la Fede en la guerrilla en El Salvador
Quienes integraban las Brigadas del Café no debían participar de la lucha armada. Sin embargo, durante su estadía en Nicaragua, Marcelo fue dejando constancia de su involucramiento creciente con la revolución. Cuenta en su diario personal:
“Voy entendiendo mejor cuál es el principal motivo del viaje a la cosecha del café. Convivir con el hombre nuevo, para saber cómo es, y para saber imitarlo, para transmitir y contarle a los nuestros”. “Ayer nos enteramos que una fragata yanqui atacó posiciones del FMLN. Significa agravar la situación de nuestra región (nuestra, dije). Ahora más que nunca estoy dispuesto a dar la vida, a combatir, para que no pasen los yanquis”. (11 de enero de 1986).
Con el correr de los días su pasión impregna su escritura. Logra pasajes muy emotivos que poco tienen que envidiarle a los escritos más encendidos del Che, o a la prosa pletórica de amor y mística revolucionaria del comandante sandinista Omar Cabezas, cuyo libro La montaña es algo más que una inmensa estepa verde Marcelo menciona haber leído. Cuando se acerca el momento del regreso a Buenos Aires, escribe:
“Ellos te despiden gritando: ¡PATRIA LIBRE O MORIR! Y vos te metés hasta la médula de los huesos, hasta el caracú, sin gritarlo porque ese «hasta la victoria siempre» te hace mierda, te deja sin voz, por la emoción, te digo que te metés bien adentro el «Patria o muerte venceremos». (…) Llegamos a Nicaragua para fortalecer ese grado de entrega que traíamos. Pero en la mochila te volvés con la más absoluta seguridad de que ese compromiso de vencer o morir ya es completamente indestructible». (Fechado en febrero de 1986, sin especificar el día; la brigada retornaría a Buenos Aires a finales de ese mes).
En la Fede toman nota de ese compromiso “completamente indestructible” que manifiesta Marcelo, y lo eligen para ser parte de la siguiente apuesta: la guerrilla salvadoreña.
…El Salvador vencerá
A diferencia de las promocionadas brigadas del Café, la experiencia salvadoreña sería clandestina. En enero de 1987 dos brigadistas que habían estado en Nicaragua, el Correntino y el Cope, viajan a El Salvador. Los recoge el FMLN. “Esta es la última cerveza que se van a tomar. Esto es una estructura militar, yo soy su jefe”, recuerdan que les dijo la persona que los contactó. A las dos semanas llegaron dos argentinos más. Uno de ellos, Marcelo Feito.
Marcelo y los demás argentinos se integran a las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), el brazo armado del PC salvadoreño, una de las 5 organizaciones que conforman el FMLN. Después de un mes de entrenamiento y adaptación a las condiciones de la guerrilla, son incorporados a los pelotones de combate.
Teniente Rodolfo
Pregunto a Miguelito Mármol, camarada en armas de Marcelo durante aquel tiempo, cómo le fue asignada la jerarquía de teniente. “Marcelo se destacó, él escaló a ser jefe, al igual que otros dos del grupo de los argentinos. Los demás estuvieron en otras tareas, logística, propaganda, administración… Pero guerrilleros, fueron Marcelo y otros dos”.
Ya antes de partir hacia El Salvador, Marcelo había dejado de ser Marcelo: como todos quienes deben moverse en la clandestinidad, debió optar por un nombre de guerra. En la guerrilla esa otra identidad se adopta en homenaje a un compañero a quien se valora, que se quiere tener presente en la lucha. ¿Por qué, entonces, ´Rodolfo´?
Claudia Cesaroni, autora del libro Brigadistas, menciona Walsh como destinatario del homenaje. Claudia Korol, también compañera de Marcelo por aquellos años, coincide, y da pistas sobre el porqué de esa elección: el viraje partidario que proponía la Fede con la creación del Movimiento Brigadista y que se intentó consolidar en el XVI Congreso del PC revalorizaba no solo la figura del Che sino también la experiencia de las organizaciones revolucionarias argentinas, como el ERP y Montoneros, donde había militado el periodista y creador de la Agencia de Noticias Clandestinas (ANCLA), Rodolfo Walsh. “En esos momentos había una valorización de Walsh como parte de la recuperación de la historia revolucionaria… Marcelo optó por eso, no por una referencia periodística; Walsh era una de las figuras que estaban altamente valoradas”, aclara.
El recuerdo, la memoria
Marcelo cumplió sus 22 años en la guerrilla. Pocos meses después cayó bajo fuego enemigo, en una emboscada. Cuenta Miguel Mármol que su pelotón “estaba en un campamento, y debían hacer exploraciones defensivas hasta un lugar que se llama La Montañita, una zona de control de ese campamento. Ese día, 16 de septiembre, no había movimiento del enemigo, pero estaba llena de minas toda la zona. Entonces le dicen a la unidad en la que él estaba que vaya a hacer un patrullaje. Se dividen de a dos, y a él le toca con el compañero Erik, que era muy pequeño. Marcelo, en cambio, sobresalía, era blanco, enorme, de pelo rubio… y le dispararon a él”. Cayó muerto de un tiro de M16 en la frente, a las diez de la mañana. “Marcelo… Es que Marcelo era la ternura…”, dice una vez más Miguel, y al escuchar la grabación con sus palabras revivo la emoción con que me contó cada recuerdo, cada anécdota, cada detalle.
En 2010, algunos de los sobrevivientes argentinos de aquella incursión guerrillera volvieron a El Salvador. Junto a otros excombatientes del FMLN fueron hasta el cantón Las Minas, en Chalatenango, donde una sencilla cruz en el cementerio local lleva el nombre de Marcelo. “Fuimos hasta allá, reímos, lloramos… En la escuela que lleva su nombre hay una foto de él muy bonita”, cuenta Miguel, con la emoción de siempre. Se refiere a la escuelita del caserío Los Alas, que lleva por nombre “Teniente Rodolfo”. Allí una placa colocada en 1997 lo recuerda y le agradece la entrega.
Ser como el Che
La frase “Ahora vamos a ver si seremos como el Che” es la que mas me recuerda a Marcelo Feito. La consigna Seremos como el Che, militada por la izquierda guevarista del continente, cobraba un valor especial para aquella juventud comunista argentina que se proponía revertir la distancia que separaba a su partido del compromiso revolucionario. Marcelo hacía algo más que simplemente repetirla, la ponía en condicional: “vamos a ver si…”. Como buen guevarista, puso el cuerpo para verificar esa condición.
Las opciones, las formas de lucha, seguramente hoy sean otras. Pero si hablamos de principios, de compromiso revolucionario, bien cabe preguntarse cómo sería hoy eso de “ser como el Che” … o, sin ir más lejos, ser como Marcelo Feito, ese pibe obrero metalúrgico del conurbano que se tomó en serio el desafío.
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* Esta publicación es un resumen de la historia de Marcelo Feito; la versión completa puede leerse acá: https://latinta.com.ar/2020/07/ahora-vamos-a-ver-si-seremos-como-el-che/