El 9 de Febrero del 2020 el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, irrumpió en la Asamblea Legislativa acompañado de efectivos militares fuertemente armados para presionar a lxs diputadxs a que le aprueben el presupuesto de seguridad.
Ese hecho político marcó en El Salvador un ascenso del autoritarismo y un atentado a la democracia del país. Desde la firma de los acuerdos de paz en 1992 se especificó el papel de las fuerzas armadas y se le apartó de toda intervención en asuntos políticos y se delimitó exclusivamente al cumplimiento de la seguridad nacional y la soberanía del territorio salvadoreño.
En diciembre del 2020 el mandatario calificó la guerra de la década de los 80´s como una «farsa» y los acuerdos de paz de 1992 como «un de acuerdo de cúpulas». El acuerdo marcó el fin de de la guerra más cruenta de la historia reciente del país. Esto puso en evidencia el objetivo del presidente de tomar todo el control del Estado a costa incluso de borrar la memoria de los pueblos.
El pasado 31 de enero del 20211, cinco militantes del FMLN fueron atacados con balas de plomo por parte de desconocidos. Esto llevó a que dos de ellos murieran, Glora Rangel y Juan de Dios Tejada perdieron la vida a causa de un crimen de odio hacía la izquierda y hacía el partido político que la representa. Estos discursos de odios son la línea principal del Nayib Bukele en sus apariciones en los medios y en las redes sociales.
Nuestra América Latina tiene una memoria popular que resiste a cualquier ataque para borrarla y que se indigna cada vez que es humillada por personajes que no conocen la lucha por la memoria histórica. A nuestro continente caminar y tejer su historia le ha costado sangre y lucha.
¡La memoria de los pueblos se respeta!
Por eso decimos prohibido olvidar, por que la historia de lucha de El Salvador y de la América Latina no es una farsa y merece respeto, reconocimiento, reparación y justicia.