Desde ALBA Movimientos enviamos nuestra solidaridad al pueblo haitiano que, una vez más, se levanta para luchar por la democracia, la soberanía y la dignidad. Esta vez contra la formalización de un nuevo gobierno de facto represivo, antipopular y autoritario. Cuando la llamada “comunidad internacional”, compuesta en realidad por las grandes corporaciones de prensa, los organismos occidentales multilaterales, sus ONGs y embajadas cierran filas en apoyo a Jovenel Moïse, los movimientos populares de toda Nuestra América convocamos a los diferentes sectores y movimientos sociales a posicionarse contra esta nueva farsa institucional que intenta maquillar la explotación hacia su pueblo y el colonialismo de las elites entreguistas.

 

El mandato del presidente Jovenel Moïse finaliza legalmente el 7 de febrero del 2021, cuando se cumplen exactamente cinco años de las elecciones que en el año 2016 llevaron a este candidato del establishment local y occidental al Palacio Nacional de gobierno, en un clima de flagrantes irregularidades y denuncias de fraude masivo. A pesar del fin del plazo correspondido, Moïse intenta perpetuarse en el poder, o con aliados como el hijo del dictador Duvalier, sin ningún tipo de legitimidad ni legalidad, mucho menos con algún tipo de apoyo popular.

 

Lo que hay en este hermano país es un nuevo capítulo de una larga deriva autoritaria que ya ha barrido o silenciado a casi todas las instituciones del país, ha suspendido actos electorales, y ha elegido primeros ministros testimoniales sin aval legislativo, clausurando el Parlamento, gobernando de forma unilateral y por decreto. Adicionalmente ha reducido a órganos meramente consultivos a los principales tribunales de justicia del país, y cometido numerosas violaciones a los DD.HH a través de la Policía Nacional y las “leyes antiterroristas” como es la persecución, el asesinato de líderes sociales, políticos y las masacres perpetradas en comunidades rurales y barrios populares. Como si fuera poco con lo anterior, ahora, proponen una extensión arbitraria del mandato del Ejecutivo hasta febrero del 2022. ¿Cuál será luego, nos preguntamos, la próxima extensión del plazo o cuál la siguiente medida arbitraria?.

 

Mientras tanto, la llamada comunidad internacional muestra todas sus contradicciones y su incomodidad. La Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU tuvo que reconocer en un informe reciente el patrón de violaciones sistemáticas a los derechos humanos y la total impunidad con que gozan los agentes policiales, paramilitares y delincuenciales que las cometen. Incluso los Estados Unidos y el  Core Group, el club de países interventores autodenominados “amigos de Haití”, tuvieron que tomar distancia. Y sin embargo, el apoyo al gobierno y al presidente, principal responsable de estos hechos y aliado geopolítico estratégico en la Cuenca del Caribe, no cesa. Por el contrario, la OEA, la ONU y la todopoderosa embajada norteamericana han adelantado su apoyo a Moïse y al simulacro electoral y constitucional que preparan para este año, comandado por un Consejo Electoral ilegítimo y elegido de forma unilateral por el presidente. El objetivo, como en tiempos de la MINUSTAH, parece ser la “pacificación” a toda costa de la situación política del país, sea bajo gobiernos democráticos o de los otros, con el uso indiscriminado de la represión estatal o para-estatal, utilizando actores nacionales o trasnacionales. Lo mismo da para los estrategas imperiales, mientras se consolide un gobierno aliado fuerte que pueda garantizar la continuidad del despojo y los intereses de las mineras, las compañías eléctricas y de hidrocarburos, la banca internacional y otras grandes corporaciones.

 

En este contexto adverso, las organizaciones urbanas y rurales del país no han cesado en su esfuerzo de defender los últimos resquicios democráticos, ni han dejado de señalar las consecuencias de las políticas neoliberales implementadas desde la dictadura de los Duvalier: la devaluación estrepitosa de la moneda, la inflación descontrolada, la pauperización de los salarios, la destrucción de la soberanía alimentaria, el éxodo rural y juvenil, la extensión del flagelo del hambre y la crítica situación de la infraestructura sanitaria, educativa y habitacional son tan sólo algunos de sus ejemplos.

 

A pesar de este escenario el pueblo haitiano cuenta con la organización, el programa y la fuerza para tomar las riendas de una transición política tan urgente como necesaria, para volver a la senda virtuosa de la Revolución que abrió las puertas de la libertad de todo un continente. Un acuerdo socialmente amplio e ideológicamente diverso ha suscrito un documento de 37 puntos programáticos para exigir una transición de ruptura en el país, tras la exigida renunciada de Jovenel Moïse: allí están las bases programáticas de la reconstrucción del país, y no en los manuales de las ONGs imperiales ni en los documentos de los tanques de pensamiento occidentales.

 

Desde ALBA Movimientos nos declaramos en atención y alerta, y enviamos toda nuestra solidaridad a nuestros hermanos y hermanas que luchan todos los días en Haití por la liberación y la soberanía. Brindamos todo nuestro apoyo a la huelga general decretada para los días 6 y 7 de febrero.

 

Es más necesaria que nunca la presencia activa de “la otra comunidad internacional”, la de los trabajadores y trabajadoras, los movimientos sociales y organizaciones populares, y los gobiernos progresistas, soberanistas y de izquierda de la región y el mundo. Las intervenciones y posicionamientos en la prensa, las plazas, las calles, las embajadas, las academias y en cada foro público serán decisivas en las horas por venir para evitar la consumación de un nuevo golpe de Estado.

 

Sólo el pueblo haitiano salvará a Haití, y sólo una resolución democrática y soberana de la crisis, sin intromisiones, podrá garantizar la paz, la estabilidad y el bienestar de las grandes mayorías.

 

Los pueblos de Nuestra América les decimos que no están solos ni solas en esta lucha.