La decadencia de Estados Unidos ha mostrado su rostro más claro las últimas semanas: con la decisión de avanzar en provocaciones que violan la soberanía de nuestro continente en el mar Caribe, y que amenazan con escenarios bélicos en nuestra zona de paz, Estados Unidos ha demostrado su incapacidad de sostener una presencia en nuestro continente a través de cualquier mecanismo que no sea la imposición imperialista de sus caprichos de turno, que bajo la excusa de la “guerra contra las drogas” así como fuera algún otro enemigo fantasma que tanto les aterra, avanza, sin respetar ninguna norma internacional, sobre nuestra soberanía continental. 

El presidente Gustavo Petro, representando al pueblo digno hijo de Bolívar, ha ocupado un rol central en denunciar dicho avance imperialista sobre nuestro continente. En diversas oportunidades desde el cambio de gobierno en los Estados Unidos, Petro ha manifestado no solo su preocupación, sino también su rechazo a este nuevo intento de Doctrina Monroe 2.0 sobre nuestra región. 

Ha defendido nuestra soberanía y autodeterminación inclusive en propio territorio estadounidense, como sucedió en la pasada Asamblea General de Naciones Unidas donde, adentro del recinto, señaló la hipocresía de la administración estadounidense respecto su supuesta guerra contra el narcotráfico, cuando persigue pescadores en el caribe mientras los grandes narcotraficantes tienen yates y mansiones en la Florida. Asimismo, afuera, en las calles de Nueva York, se sumó a las movilizaciones contra el genocidio en Palestina, que señalaban la intrínseca relación y responsabilidad compartida entre Israel y EE.UU. en el panorama dantesco que vemos a diario en Palestina. 

Por supuesto, Trump desde entonces, fortaleció su política de hostilidad hacia Colombia, por levantar la voz en defensa de nuestra soberanía, y señalando las acciones criminales cometidas en el mar Caribe cerca de las costas venezolanas. Después de la famosa “descertificación” de Colombia en la guerra contra las drogas -como si estar certificado por el país que más consume, y que más concentra la acumulación de ganancias del negocio transnacional de carácter criminal que es el narcotráfico fuera alguna especie de honor-, y el retiro de su visa, Trump continuó sus ataques contra el presidente Petro al punto de llamarlo “líder del narcotráfico”. 

Estos señalamientos responden a lo evidente: Trump piensa con viejos mecanismos imperialistas impedir que Petro siga señalando públicamente los crímenes cometidos por su administración en contra de nuestros pueblos, como fue la ejecución extrajudicial de más de 30 pescadores en el mar Caribe, bombardeados en sus lanchas pesqueras como parte del show mediático estadounidense se supuestos barcos que traficaban drogas, y que en realidad tenían a jovenes pescando atunes en mar abierto. 

Ya lo ha señalado Petro, y desde ALBA lo acompañamos en su firmeza: los principales narcotraficantes viven en los Estados Unidos, tienen allá sus negocios, lavan su dinero, compran sus armas, y consumen su propia droga con el beneplácito de la administración Trump, pues son ellos mismos. El “Cartel de los soles”, Petro ahora “líder del narcotráfico” y demás acusaciones gringas del mismo mundo de fantasía donde viven los presidentes autoproclamados que reconocieron otrora, no son otra cosa sino una excusa más para avanzar sobre la soberanía de nuestro continente: Colombia y Venezuela, a la altura de la historia, están mostrando al mundo, con diplomacia y verdad, la verdadera cara del imperialismo estadounidense con el payaso que hoy habita la Casa Blanca. 

No nos liberaron nuestros y nuestras libertadoras para permitir que Trump avance sobre nuestro continente mientras miramos como agreden a nuestros presidentes electos democráticamente, con la fuerza de nuestros pueblos. La dignidad no se negocia, y eso es lo que quieren disciplinar.