“…y llama a Dios. Pero es inútil porque hay tal cantidad muchísima de pobres criaturas que llaman a Dios con todas sus fuerzas que se siente un gran ruido molestoso y Dios oye y grita: ¿Qué carajo es todo ese ruido? Y se tapa los oídos. Esa es la verdad y el hombre está abandonado.”  

Jacques Roumain, Gobernadores del Rocío

 

Por Guillermo Barreto de Venezuela para ALBA Movimientos

Cuando Haití es mencionada en los medios siempre es vinculada con la desgracia. La nación más pobre del hemisferio, hambrunas, epidemia de cólera, violencia. Lo que no se menciona son las causas de las hambrunas o de la epidemia de cólera o de la violencia. Es verdad que en este momento la situación es particularmente grave especialmente en la capital Puerto Príncipe y en el Departamento de Artibonite. De hecho, una serie de bandas fuertemente armadas han tomado control de amplios sectores desplegando una violencia inusitada que ha cobrado más de 5.000 vidas este año y el desplazamiento interno de más de 1,3 millones de haitianos hacia zonas más seguras del país.

Arte de Valentina para la para la Campaña Internacional de Solidaridad con Haití del colectivo UTOPIX.

Uno de los dirigentes de dichas bandas es el ex policía Jimmy Chérizier conocido como ‘Barbecue’, que ha logrado conformar una especie de federación llamada Viv Ansanm que mantiene aislada la capital del país con el cierre del aeropuerto y puerto principal. El Departamento de Artibonite, importante territorio agrícola del país, se encuentra prácticamente tomado, lo que ha impactado fuertemente la producción de alimentos. Es importante resaltar que estas bandas han destruido infraestructura vital como lo son 38 hospitales, 6 universidades, bibliotecas y obligado a cerrar más de 1.000 escuelas. Todo esto y la consecuente desmovilización popular que esta violencia acarrea, pone en entredicho la idea de que se trata de simples conflictos entre bandas delincuenciales. Dichas bandas reciben regularmente armamento y municiones que provienen de EEUU y ese accionar indica un proyecto que busca hacer inviable el funcionamiento de una nación. Pero ese ataque a la nación haitiana no es reciente. Haití ha estado sometida al asedio de los poderes imperiales desde su independencia.

Revolución haitiana. Un acontecimiento único en las américas

La isla de Haití fue invadida por Cristóbal Colón en su primer viaje en 1492 donde dejó una fortificación, La Natividad, primer asentamiento europeo en Nuestra América. Toda la isla pasó a ser colonia del imperio castellano, luego español. En 1697, el tratado de Ryswick entre Francia y España concede el sector occidental de la isla a Francia llamándose en adelante Saint Domingue. La conquista de Nuestra América fue un proceso caracterizado por una violencia y crueldad terribles. Es un hecho que quince años después del primer contacto, la población originaria de la isla había sido reducida de un aproximado millón de habitantes a unos sesenta mil seres humanos. En toda Abya Yala, la población fue reducida en un 80% en siglo y medio de conquista. La isla era rica en recursos y los europeos necesitados de mano de obra introdujeron africanos y africanas que por millones fueron secuestrados y esclavizados para trabajar las minas, plantaciones y haciendas en lo que el afroepistemólogo venezolano Jesús “Chucho” García llama el sistema productivo carcelario de América. Carlos V, Rey de Castilla, autorizó en 1517 la “importación” de quince mil esclavizados a la isla.

Una vez en poder de Francia, la colonia se convirtió en la más rica de las colonias francesas y no es una exageración afirmar que fue esa riqueza la que dió la base económica para el desarrollo de la Francia imperial. En 1789, año de la Toma de la Bastilla en París, la colonia contaba con 793 haciendas azucareras, 3.150 plantaciones de añil, 3.117 haciendas cafetaleras, 789 unidades productoras de algodón y 182 destilerías de ron. Con una población de 40.000 blancos y 28.000 mulatos libres, la producción estaba sustentada en el trabajo esclavizado de 452.000 africanos, africanas y sus descendientes que constituían el 86% de toda la población.

Arte de Kael Abello para la Canpaña Internacional de Solidaridad con Haití del colectivo UTOPIX.

Para el momento de la Revolución Francesa, Saint Domingue era una sociedad podrida, colonos blancos en disputas internas entre los llamados grandes y pequeños blancos. Las instituciones, muy corrompidas, se debatían entre la lealtad a la corona francesa y el mantenimiento de un “orden interno” que implicaba tolerar la extrema crueldad hacia los esclavizados por un lado y la permisividad para que la población de mulatos libres pudiera adquirir ciertas propiedades y mantener a ese sector de la población cercana a los intereses de los colonos: “Divide y vencerás”.

Las rebeliones siempre estuvieron presentes en los pueblos originarios y africanos. Es así como Caonabo y su esposa Anacaona, lideres taínos, atacaron y destruyeron el fuerte La Natividad meses después de haber sido establecido por Cristóbal Colón en la isla. Mackandal, líder africano, se rebeló en el siglo XVIII logrando la destrucción de plantaciones y el envenenamiento de esclavistas hasta ser capturado y quemado en la hoguera en 1758. En 1791 Dutty Boukman y la sacerdotisa vudú Cecile Fatima logran reunir a 200 esclavizados en Boïs Caiman y en un grito ceremonial juran luchar por su libertad: “el Dios del hombre blanco le pide que cometa crímenes, pero el Dios que llevamos adentro quiere hacer el bien (…) todos deberíamos desechar la imagen del Dios del hombre blanco, tan despiadado.”  Ese año comienza la quema de plantaciones y la matanza de colonos. Solo falta organización y un programa. Escribió el Abate Raynar desde Francia refiriéndose a las múltiples rebeliones

Esos relámpagos anuncian el trueno. Solo se necesita un jefe valiente. ¿Dónde está? ¿Dónde está el gran hombre que la naturaleza le debe a sus criaturas vejadas, oprimidas y atormentadas? ¿Dónde está? Aparecerá, no lo duden; y dará el paso al frente y alzará el estandarte sagrado de la libertad.

Ese hombre apareció. Sería Toussaint L’Overture quien organizaría un ejército capaz de derrotar al ejército francés, el más poderoso de Europa, pero también a las brigadas británicas y al ejército español en la primera revolución de América ejecutada por hombres y mujeres esclavizados, negros, negras y mulatos y que traería la libertad a todos y a todas. No fue una revolución cooptada por terratenientes blancos esclavistas como en EEUU o en el resto de las colonias hispanoamericanas. Toussaint L’Overture fue traicionado por los franceses y murió en una prisión en Francia, pero su lucha fue continuada y su estandarte sagrado fue alzado por Jean Jacques Dessalines quien declaró la independencia de Saint Domingue el 1 de enero de 1804 que en adelante adoptaría el nombre que los pueblos originarios habían dado a su tierra: Aytí o Haití. Este es el primer acto de justicia reparativa que podamos identificar en la historia de Nuestra América.

Dessalines asume el poder como emperador, como haría ese mismo año Napoleón Bonaparte. Pero a diferencia de Napoleón, Dessalines promovió una constitución para una nación de hombres y mujeres libres. La esclavitud fue abolida para siempre como dice textualmente el artículo 2. El artículo 12 establece que “ningún blanco, cualquiera sea su nación, pondrá un pie en este territorio con el título de amo o de propietario (…)”. Se establece la libertad de cultos en los artículos 50, 51 y 52 y se permite el divorcio en las disposiciones finales. El artículo 36 impide al emperador emprender “ninguna empresa con la finalidad de hacer conquistas ni de perturbar la paz y el régimen interior de las colonias extranjeras”, esto es, respeto a la autodeterminación de los pueblos. Esto no impidió el apoyo que Dessalines dio a revolucionarios como Francisco de Miranda o posteriormente Alexandre Pétion a Simón Bolívar. Este último no solo obtuvo embarcaciones, armas, municiones y combatientes. Bolívar obtuvo de la revolución haitiana un proyecto político y a partir de allí el Ejército Libertador se convertiría en un ejército popular que acabaría con el dominio colonial español desde la costa del Caribe hasta el Altiplano andino. Haití era luz en el continente.

Una revolución de este tipo tenía que ser una amenaza no solo para los poderes imperiales y coloniales sino incluso para las oligarquías y propietarios blancos que participaron en los procesos de independencia pero que veían con mucha desconfianza el establecimiento de una nación negra fundada por quienes habían sido esclavizados y esclavizadas. El racismo es un componente estructural de la sociedad y civilización modernas y esas oligarquías, imbuidas en una visión de superioridad racial, no iban a arriesgar sus privilegios y sus propiedades, incluidos sus esclavizados y esclavizadas. Tardó mucho para que las naciones independizadas reconocieran a Haití como nación. Francia llegó al extremo de exigir “reparaciones” y obligó bajo amenaza de bloqueo e invasión el pago de 150 millones de francos-oro a cambo del reconocimiento. Esa cantidad era el equivalente a los ingresos de todo un año por lo que la joven nación haitiana se vio presionada a pedir préstamos a la banca francesa (con un 6% de interés) a fin de pagar el monto exigido. Es así como Haití, desde su nacimiento, tuvo que comprometer los ingresos que bien habrían servido a la construcción de la nación al pago de una deuda, pago que se canceló en 1947, más de un siglo después. Así comenzó la nación haitiana. Amarrada al poder imperial desde su nacimiento.

Intervenciones de diferentes colores

Haití no ha tenido respiro. En 1915, por ejemplo, luego del asesinato del presidente Jean Guillaume Sam, el presidente de EEUU, Woodrow Wilson decide invadir y ocupar Haití a fin de “calmar la anarquía”, garantizar el pago de las deudas de Haití con el exterior y el libre comercio (para lo cual tomó control de las aduanas y los puertos) y permitir el libre tránsito a través del Pasaje del Viento, una ruta vital hacia y desde el Canal de Panamá. El Pasaje del Viento es un estrecho de 48 km entre Haití y Cuba y no es casual que del lado cubano los EEUU hayan establecido una base naval: Guantánamo. La ocupación imperialista se mantuvo por 19 años hasta 1934. Es interesante observar que, en 1994, durante la administración Clinton, se ejecutó otra invasión que tuvo por nombre “Uphold Democracy” cuyo objetivo oficial era destituir a la Junta Militar liderada por Raoul Cedras y reestablecer en el gobierno al presidente electo Jean Bertand Aristide. En esa oportunidad se mencionó la necesidad de garantizar el desarme de los grupos populares “violentos”, el empoderamiento de las instituciones y el intercambio comercial. Nuevamente en el discurso aparece la idea de Haití como nación anárquica y la vinculación del pueblo haitiano con hordas violentas, desorganizadas y sin capacidad de garantizar gobernabilidad. Los colonizadores hablaban de negros bárbaros sin cultura ubicados por debajo de la línea de lo humano. Las palabras han cambiado pero el imaginario imperial se ha mantenido. El elemento racial no es banal y marca una diferencia entre el enfoque que el imperialismo ha tenido hacia Haití con aquel que ha mostrado en el resto de los países de América Latina, también neocolonizados.

Una situación recurrente se repite, con otro disfraz, en 2004 cuando se lleva a cabo la “Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH)”. Una intervención de cascos azules para “mantener la paz y seguridad y apoyar un proceso político que lleve a elecciones en 2010”. Una vez más se invocó a la incapacidad del pueblo haitiano para resolver sus problemas. La misión se mantuvo hasta 2017 cuando se consideró insostenible su permanencia. La actuación de los soldados de la MINUSTAH ha sido fuertemente cuestionada con numerosos casos de violación y abuso de mujeres y menores y la introducción de una epidemia de cólera (por negligencia en el manejo de las aguas servidas de los campamentos de los cascos azules) que provocó unas 9.792 muertes y afectó a unas 820.000 personas entre 2010 y 2019. Al día de hoy, la ONU no ha producido ningún tipo de compensación, para estos casos no ha habido justicia reparativa.

En marzo de 2024 y bajo el “auspicio” de EEUU y Francia, Kenia envió una brigada de policías con la finalidad de coadyuvar en el mantenimiento del orden y neutralizar a las bandas armadas. El presidente keniata, William Arap Rutto, ofreció el envío de una fuerza de hasta 2.500 policías. La misión culminó recientemente sin ningún resultado positivo: Policías que no hablaban el idioma, que no conocían el terreno y a quienes incluso no se les cumplían los beneficios laborales ofrecidos. En esta oportunidad, los poderes imperiales quisieron poner caras negras para hacer el trabajo sucio sin lograr mayores resultados. Recientemente, el Consejo Presidencial Transicional llegó a acuerdos contractuales con la empresa de seguridad Academi del grupo Vetus Global. En el acuerdo está involucrado el conocido mercenario estadounidense Erik Prince y podría incluir el control de aduanas en la frontera con República Dominicana. Un negocio redondo que recordaría el control aduanero ejercido por los marines durante la ocupación de 1915-1934. Una historia sin fin.

Pueblo en resistencia

Haití ha demostrado ser un pueblo que resiste. Canoabo y Anacaona, Mackandal, Boukman y Fatime, Toussaint L’Overture, Jean Jacques Dessalines, Alexandre Pétion, héroes y heroínas que están presente en el corazón haitiano. Por eso no cesaron en resistir a la invasión estadounidense entre 1915 y 1934, salieron a las calles a defender al presidente Aristide y por eso, en este momento y a pesar de la desmovilización que provoca la violencia de las bandas, la comida sigue entrando a Puerto Príncipe usando rutas alternas, escabulléndose entre territorios controlados por las bandas y burlando el aislamiento al que quieren someter a la capital. El pueblo de Haití es un pueblo digno que no requiere la intervención de quienes han expoliado esa tierra y han negado en forma continua el derecho de Haití a la autodeterminación. El imperialismo solo tiene ojos para sus recursos y el interés en controlar un área geopolíticamente estratégica para garantizar el control del Caribe y del Canal de Panamá. Nada que venga de allí puede considerarse una solución.

En la novela Gobernadores del Rocío con la cual comenzamos este texto, Manuel se empeña en conseguir una fuente de agua para aliviar las penurias de su pueblo agobiado por la sequía. Debe lograr la unión entre todos y todas para conseguir el objetivo. Manuel es asesinado. Pero antes de morir deja lo aprendido con su amada Annaïse. Así como Desalinnes continúa la misión que comenzó L’Overture, así Annaïse asume la misión de Manuel. Se logra la unión, se consigue la fuente de agua y se reestablece la esperanza por un mundo mejor. La solución se consigue en el alma del mismo pueblo.

Recientemente una brigada de ALBA Movimientos se trasladó hasta Haití para conocer en el terreno la situación y establecer contactos directos con el pueblo organizado de Haití. Si algo necesita Haití es la solidaridad de los pueblos. Divulgar su historia, su cultura, su realidad. Presionar a los gobiernos para que cambien ese enfoque heredado de la colonización que bajo premisas racistas ve la ayuda en el mejor de los casos de manera indulgente. Organismos multilaterales regionales como ALBA y CELAC pueden jugar un papel primordial. No puede aceptarse más intervenciones ideadas desde el Norte Global que solo han significado explotación, atraso y muerte. La solución vendrá de los pueblos del Sur Global con un enfoque que reconozca la dignidad y capacidad del pueblo de Haití para que la luz que ha representado como faro de libertad vuelva a brillar.