El mundo afronta la primera pandemia del siglo XXI con el denominado Coronavirus (COVID-19) y todo indica que nada volverá a ser lo que era antes. Lo que aparece como una excepcionalidad momentánea tal vez sea la nueva etapa de la crisis del capitalismo que venimos analizando y denunciando desde hace varios años. Esta pandemia es producto del neoliberalismo, del hiperconsumismo, de la destrucción de la salud pública, de mega- concentración de las corporaciones farmacéuticas, de la economía del descarte y de la nueva geografía del poder en las ciudades de la desigualdad. Existen también posibilidades reales y latentes de usar la pandemia como shock global para implementar cambios a la fuerza en pos
del imperialismo.
La pandemia del capital
El juego ideológico del gran Capital transnacional es hacernos creer que la violenta recesión económica y el desplome de las bolsas están causados por Covid-19 cuando la crisis financiera ya estaba a punto de explotar desde antes de esta pandemia. Aun así, una vez estallada la crisis pandémica los mercados financieros no desaprovecharon la jugada. La fuga estimada de capitales desde las economías del sur, al cierre de marzo, se estima en 83 mil millones de US$, cuatro veces más que la fuga producida durante todo 2008 cuando sucedió la crisis financiera. Tan solo con repasar algunos datos generales se puede observar este mecanismo explosivo que sigue en movimiento y va saltando de crisis en crisis:
Los 20 primeros laboratorios (provenientes de la Unión Europea y de Estados Unidos) representan más de 60 por ciento (%) del total de ventas de la industria farmacéutica a nivel global. La industria farmacéutica factura en el mundo casi U$S 1.000 billones y esa ganancia no está puesta en función de la elaboración de nuevo y mejores medicamentos ya que los laboratorios priorizan la rentabilidad de sus empresas más que una verdadera innovación en el ámbito de la salud.
En el mundo dos mil 153 milmillonarios poseen más riqueza que 4600 millones de personas (un 60% de la población mundial). 700 millones de personas viven en situación de pobreza extrema o moderada pese a tener empleo. En América Latina y el Caribe el 20% de la población concentra el 83% de la riqueza. El 1% de los propietarios de la región concentra más de la mitad de las tierras agrícolas. A esto hay que sumarle que 140 millones de personas han sido descartados/as del mundo del trabajo formal y tienen que ganarse el pan día a día en la Economía Popular.
El medio urbano a nivel mundial ha crecido en los últimos 30 años y podemos decir que por primera vez en la historia de la humanidad vive más gente en ciudades que en el medio rural. Solo en Nuestra América más del 70 % de la población es urbana, y de esa población el 21 % vive en barrios populares, asentamientos o viviendas precarias. Esto sin mencionar la expulsión de comunidades campesinas y originarias de sus tierras para la apropiación en pocas manos. La desposesión en toda su magnitud, sin contemplar la destrucción de bosques, selvas y montañas. La disminución de la contaminación en muchas ciudades, el avistamiento de animales en lugares antes ocupados únicamente por los seres humanos, el respiro que se le ha dado a la Tierra, es una poderosa llamada de atención de que la humanidad no puede seguir por el rumbo del hiperconsumo, la agresión a la Madre Tierra y la ruptura de los equilibrios por la depredación que realiza el capitalismo.
La pandemia del Coronavirus
Ya para fines de marzo de 2020 se cuentan más de 800 mil casos y cerca de 40 mil decesos a nivel mundial, con Europa y los EEUU entre los países más afectados. Los sistemas de salud insuficientes, desmantelados y privatizados por la agenda neoliberal dan como resultado una enorme incapacidad de detectar, atender y tratar los casos existentes y por venir. Si no se hubiera convertido en negocio todos los derechos, incluyendo el derecho a la salud, se estaría en mejores condiciones de enfrentar esta pandemia. Proliferan políticas de distanciamiento y cuarentena, junto a una desaceleración económica que ya venía ocurriendo y se ha precipitado con la pandemia tanto o peor que el “Crack de 1929”, situación que conlleva a enormes niveles de desempleo, caída de las economías informales y populares, así como la afectación de niveles de producción, distribución y abastecimiento, mientras que los mercados financieros especulativos han sufrido fuertes oscilaciones (algunos se recuperan porque el capital siempre se beneficia de las crisis).
La nefasta actuación de EEUU, que aumenta en decenas de miles de casos diarios, se resiste a establecer mecanismos de contención y protección a la población, no tiene un sistema de salud público que permita atender la situación y ha priorizado la transferencia de recursos a los circuitos concentrados de capital. No solo no es capaz de atender a su población, mucho menos de ayudar a otros pueblos, sino que además los ataca al mantener y recrudecer los bloqueos contra Cuba y Venezuela, por ejemplo. En el caso de este último recién se descubrió un plan de financiamiento a un grupo paramilitar para asesinar a líderes políticos y de gobierno.
La región entre respuestas populares y respuestas neoliberales
En América tenemos cerca de 200 mil casos, solo 20 mil corresponden a Nuestra América (América Latina y el Caribe). Aunque son números bajos debemos recordar que nuestro continente tiene apenas tres semanas desde el primer caso y los números han venido aumentando aceleradamente sin haber entrado en fase de aumento exponencial. Debemos prever semanas muy duras para nuestras tierras. Y si a esto le sumamos las precarias condiciones de vivienda de una inmensa cantidad de personas y la desigualdad de género que se agudiza con el aumento de los casos de violencia en medio de la cuarentena, el combo es muy peligroso.
En Brasil, Chile, Colombia y Ecuador, que se reúsan a aplicar mecanismos de contención del virus y de protección de la población, los números de contagio van en alarmante aumento, Ecuador particularmente refleja la tasa de contagio más alta del continente. Todos estos países (en general los países del Grupo de Lima) han centrado sus políticas en medidas de salvaguarda del gran capital. Colombia incluso aprovecha la situación para priorizar el terrorismo de Estado y asesinato de líderes políticos y sociales.
Por otro lado, tenemos a México y Argentina batallando para contener el virus y atender a las mayorías mientras que cargan a cuestas con sistemas públicos desmantelados y un presupuesto atado a enormes deudas internacionales, todo esto resultado de la aplicación de recetas neoliberales de las gestiones precedentes. En Argentina hay que destacar las políticas públicas en pos de las clases populares con transferencias de recursos hacia esos sectores y distintos grados de confrontación con los sectores más concentrados de la economía, mientras los movimientos sociales ejercitan la solidaridad produciendo y distribuyendo los alimentos. En contraparte tenemos un Caribe que cuenta con las ayudas energéticas de Venezuela Bolivariana hoy día bloqueada y amenazada de intervención armada, que a pesar de esa situación batalla para contener la curva del virus y desarrolla un plan de protección a la población. Cuba socialista es la única que en este contexto ha desplegado ayuda médica a toda la región e incluso a Europa, a pesar de estar bloqueada por el inmoral gobierno yanqui. También es destacable el rol del sistema público de salud en Nicaragua, uno de los países con menor cantidad de contagios y de muertes.
Una cuestión preocupante que no puede dejarse de lado, es el actuar de las fuerzas represivas en muchos países donde estas instituciones no han sido transformadas. Allí la represión militar- policial justifica su odio habitual hacia los y las pobres, ejerciendo todo su odio colonial y de clase, bajo el argumento de la cuarentena “resguardan la vida a los tiros”.
Esta compleja situación deja en evidencia lo que tantas veces advertimos: el modelo civilizatorio del capital expresado en su proyecto neoliberal pone en riesgo la vida en el planeta, en este momento amenaza con la muerte de cientos de miles. Se avizoran distintas posibles salidas a esta crisis: algunos hablan de una vuelta al proyecto keynesiano de estado de bienestar y estatización de sistemas de salud y empresas; otros plantean los eternos mecanismos de rescate tradicional al gran capital combinados con la distribución masiva de renta universal (en “helicópteros o drones de dinero”), al tiempo que se prevén agendas de control social y ajustes en favor del mercado propios de un momento de shock colectivo, el capitalismo de desastre operando una reconfiguración civilizatoria.
Qué hacer desde abajo
Fidel ya en 1983 sostenía que “Las sumas dedicadas en el mundo de hoy a los gastos militares y el extraordinario despilfarro de recursos que supone la carrera armamentista, son la manifestación más evidente de la absurda demencia y la irresponsabilidad de sus ideólogos e impulsores. La convicción de que muchos de los problemas económicos y sociales que aplastan o angustian a una parte mayoritaria del género humano, pudieran aliviarse, de manera sensible, si tan solo una fracción de los recursos destinados a los gastos militares se utilizaran en el noble objetivo del progreso y el bienestar de los pueblos”. Si te toma en cuenta esto una Renta Universal Básica no es algo utópico ni de otro mundo.
Lo que sí está claro es que, o cambiamos la matriz predatoria neoliberal y destructiva del capital o salvamos la vida de millones de seres humanos y del planeta. Mirar estos escenarios no puede ser un ejercicio solamente abstracto, es una obligación de los pueblos pesquisar la realidad, estudiar y reflexionar para definir cursos de acción y lucha para evitar que la crisis las paguemos los y las de abajo, que nos reconfiguren el destino para que el capital siga prevaleciendo, por ello suscribimos el llamado de la Asamblea Internacional de los Pueblos a través del documento “A la luz de la pandemia global: pongamos la vida por encima del capital” con sus 16 puntos, e invitamos a los movimientos populares de Nuestra América a debatir, en torno a lo que consideramos cuatro tareas urgentes:
Es tiempo de evidenciar los intereses del capital y denunciar a los gobiernos neoliberales:
Visibilicemos como pretenden rescatar bancos y empresas trasnacionales, denunciemos a Trump y Bolsonaro que incluso llegaron a hacer campañas contra las cuarentenas, dejemos en evidencia como pretenden que las trabajadoras y trabajadores sostengan las economías del capital a costa de sus vidas, pongamos los ojos en el desbaratamiento de los sistemas públicos y la privatización de la salud, difundamos la manera en que Chile, Colombia y Guatemala utilizan las medidas como excusa para reprimir y ejecutar líderes sociales, la manera en que la dictadura en Bolivia aprovecha para frenar las elecciones y atacar a pequeños y pequeñas productores y comerciantes. Gritemos contra el aumento de la violencia machista en cuarentena y exijamos la atención de los Estados. También repensemos la relación con la naturaleza y reconstruyamos los lazos colectivos a nivel de las comunidades. La articulación entre esfera privada y pública debe superar las relaciones mercantilizadas y la esclavitud frente a las fuerzas del Capital. Poner en evidencia, implica un relato para las grandes mayorías, que visibilice la verdadera naturaleza del capital que pone las ganancias por encima de las personas. De nada sirve que solo sea un debate entre expertos o grupos de iluminados.
Es tiempo de solidaridad entre pueblos y cuidados comunitarios:
Hagamos eco de la labor heroica de médicas y médicos para atender y curar, arriesgando sus vidas, hagamos un reconocimiento global a Cuba revolucionaria, también a China que ha sido estigmatizada y víctima del racismo, y aun así es la única potencia que ha salido a ayudar a otros pueblos, a diferencia del policía global que solo lleva ejércitos y sometimiento económico. Pongamos la mirada del mundo en las prácticas de cuidado comunitario y colectivo, las cooperativas y consejos comunales tejiendo las protecciones de nuestras caras y manos, las organizaciones garantizando ollas y ollones populares, las campesinas y campesinos garantizando comida para las comunidades urbanas, las comunidades organizadas para frenar el contagio, atender enfermos, las medias de Argentina, México, Venezuela, Cuba, Nicaragua para apoyar a la clase trabajadora, condonar créditos y deudas, congelas alquileres, frenar despidos, evitar desalojos, garantizar distribución de alimentos. Los circuitos cortos, la reorganización de la vida en la esfera comunitaria y/o comunal. La valorización de los saberes ancestrales para luchar contra la enfermedad. Son todas prácticas que ya existen y están siendo, necesitamos que más personas las conozcan y se masifiquen.
Es tiempo de levantar los bloqueos y condenar al imperialismo:
Unamos nuestras voces para condenar el bloqueo a Cuba y a Venezuela. Denunciemos la inmoralidad de evitarles la posibilidad de comprar medicinas y comidas, sobre todo en este momento. En el caso de Venezuela clamar porque se le devuelvan sus pasivos en el extranjero, sus reservas en oro en el Reino Unido. Clamar porque sean priorizados en las ayudas de la OMS, la ONU y demás organismos multilaterales.
Hacemos una alerta global frente a la reciente escalada de acciones del gobierno de los EEUU, que lejos de ocuparse de la dramática situación de contagios y muertes en su suelo, ha anunciado despliegue naval en el Caribe específicamente para amenazar Venezuela. Denunciamos que esta decisión es un peligro para toda la región, se trata de volver en el siglo XXI ha reeditar las intervenciones militares genocidas contra otro país, como ocurrió en los ‘70 contra Granada, en los ‘80 en Panamá y a final de los ‘90 en Haití. Los EEUU no solo no cuidan a su pueblo, ni ayudan a otros países, sino que utilizan la pandemia para llevar muerte a otros países, es fundamental nuevamente cerrar filas en defensa de Venezuela Bolivariana.
Es tiempo de un programa de los pueblos para proteger la vida:
Necesitamos debatir las propuestas que vienen haciendo hermanas y hermanos: renta universal, condonación de deudas públicas internacionales, estatización de la salud y servicios básicos, inamovilidad laboral, congelación de alquileres, suspensión de pago de intereses, impuestos al gran capital, cuarentenas sociales para contener, medidas de máximo cuidado, socialización de medicinas y vacunas. Tenemos la necesidad de repensar y reorientar el modelo de “desarrollo”, el modelo de mega ciudades de la desigualdad y el consumo lineal debe dar paso a otro paradigma. Con un modelo propio que corresponda a nuestra realidad y sobre esa cultura organizacional tenemos que construir democracia participativa y protagónica, partiendo de nuestra forma de relacionarnos, de nuestra historia, nuestras culturas. Esto implica construir nuevas formas de hacer política, basada en la ética, en los liderazgos democráticos y transformadores.
El curso de lo que nacerá después de la crisis del Covid-19 depende estrechamente de las iniciativas que las fuerzas populares, democráticas y revolucionarias tomemos ahora, durante y después. Esas condiciones de posibilidad deben tener en cuenta la organización popular en cada territorio, la articulación subregional, en zonas de frontera y a nivel Continental y Mundial. El cambio no vendrá solo y debemos aprovechar esta crisis para preparar a mediano plazo una salida desde y para nuestros pueblos. Solo construyendo organización es que se puede adelantar un proyecto político emancipatorio.
Es tiempo de darle vida a un proyecto político desde abajo: Unión de Nuestra América e internacionalismo; Batalla ideológica y descolonización; Democratización y poder popular; Defensa de los derechos de la madre tierra; Economía por el buen vivir y Feminismos populares es la propuesta que hemos elaborado como ALBA Movimientos como proceso colectivo, es tiempo de avanzar hacia su implementación.
Es tiempo de que pongamos la vida por encima del capital
Es tiempo de los pueblos, es tiempo de Nuestra América
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