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En los últimos años, el pueblo haitiano ha enfrentado un asedio constante del imperialismo norteamericano y la complicidad de las derechas del mundo. Hoy, Puerto Príncipe, capital del país, se encuentra bajo control de bandas armadas que desplazan comunidades enteras y como consecuencia se multiplican campamentos improvisados en condiciones inhumanas que encarecen el acceso a servicios básicos como el agua, la electricidad, la recolección de basura. Esta situación se agrava con la inacción del Consejo de Transición Presidencial, que deja a las comunidades a merced de la violencia y empuja a la proliferación de grupos de autodefensa, que, con el tiempo, han ido adquiriendo armas y municiones para hacer frente a las bandas.
En este escenario, mientras se anuncian elecciones y reformas constitucionales que parecen inviables bajo el control de las bandas, el presidente de República Dominicana, Luis Abinader, intensifica la deportación masiva y arbitraria de haitianos, reforzando un clima de racismo estructural, xenofobia y exclusión. Las expulsiones forzadas y las campañas de odio contra el pueblo haitiano vulneran derechos fundamentales y refuerzan el aislamiento de Haití en un momento de profunda crisis social y política.
En el escenario actual de tensiones y amenazas militares por parte de los Estados Unidos sobre nuestro continente, una de las principales estrategias para destruir a la nación haitiana pasa por el avance del extractivismo y la apropiación de recursos minerales estratégicos, conocidos como “tierras raras”. Estos bienes naturales, codiciados por los imperialistas, son saqueados bajo la complicidad del propio Estado, mientras que la inseguridad se utiliza como herramienta para facilitar su extracción sin resistencia. El silencio en torno a este tema es ensordecedor -ni el gobierno, ni la prensa- ni siquiera sectores y gobiernos que se definen del campo progresista asumen la responsabilidad de denunciar lo que ocurre en Haití.
Frente a este contexto desde ALBA Movimientos y la Asamblea Internacional de los Pueblos, junto a las organizaciones populares haitianas, hacemos un llamado internacional urgente a romper el cerco mediático, visibilizar esta realidad y sumar fuerzas en la denuncia de estas operaciones de dominación. La solidaridad internacional con Haití es hoy una tarea impostergable: apoyar a su pueblo en la resistencia, defender su derecho a vivir con dignidad y acompañar sus luchas frente a la violencia, el racismo y las imposiciones del imperialismo.
¡EL IMPERIALISMO DESTRUYE, EL PUEBLO HAITIANO CONSTRUYE!