Durante las últimas semanas, por si cabía lugar a dudas, ha quedado evidenciado que el imperialismo de los Estados Unidos no escatima medios para profundizar su intervención en el mundo, y en particular en Nuestra América. En nuestro continente, nos enfrentamos a nuevas amenazas explícitas por parte del imperialismo estadounidense, que, al encontrarse en plena decadencia, se vuelve aún más peligroso para la paz internacional, así como para la soberanía y la dignidad de los pueblos.
Sin ningún matiz, el régimen de Donald Trump ha escalado la agresividad hacia nuestros pueblos y nuestra soberanía en ámbitos que van desde chantajes con posibles aumentos arancelarios, hasta el despliegue de tropas hacia nuestro continente: ante su retroceso en la repartición de nuestros mercados y de exportación de sus capitales, impuso medidas arancelarias punitivas sin precedentes contra países de la región como sucedió en el caso de Brasil, como parte de su concepción imperialista de reparto territorial del mundo. Ha reavivado las viejas —pero no descontinuadas— recetas del monroísmo y ha amenazado con la toma del canal de Panamá, la ocupación de Groenlandia y la Antártida y el avance militar en el norte de México. Adicionalmente, ante la histórica resistencia del pueblo de Cuba ha redoblado su apuesta de asfixia económica y, por último, se ha decidido por la amenaza militar directa contra Venezuela.
En las últimas semanas se han reavivado y reciclado los viejos pretextos de la llamada «Guerra contra las drogas» que ya rindió sus macabros frutos en momentos anteriores como fue la invasión a Panamá en 1989 o la permanente intervención en Colombia con las bases militares en el país.
Las expresiones organizadas de nuestros pueblos no nos tomamos a la ligera tales pretextos: desde el robo de la mitad del territorio mexicano en 1845 a las más recientes invasiones de Afganistán, Irak, Libia y Siria, pasando por el Maine y las intervenciones innumerables en la región, la evidencia disponible demuestra que las campañas de propaganda y desinformación con la utilización de justificaciones de este tipo no son más que la preparación mediática y psicológica para desatar la artillería de las armas una vez que la opinión pública ha sido convencida.
Sin duda, el movimiento de fuerzas navales estadounidense en el sureste del mar de Caribe es sumamente peligroso y solo puede ser interpretado como el preludio de una posible invasión.
De esta forma, desde un amplio espectro de articulaciones y redes continentales de movimientos sociales, organizaciones populares, sindicatos, intelectuales y artistas, denunciamos la enorme campaña de propaganda que pretende asegurar la predisposición del público para una intervención militar en Venezuela con la complicidad de la maquinaria mediática de la ultraderecha de todo el continente: los movimientos populares y sociales organizados tenemos el deber de desmontar, uno a uno, los pretextos que se pretenden convertir en razones para desatar una acción de fuerza. «Plan contra plan», alertó José Martí. Entendemos y defendemos sin complejos de ningún tipo, que la suerte de la nación bolivariana es, también, la suerte de los pueblos de América Latina y el Caribe.
Asimismo, apoyamos el derecho a la legítima defensa de la soberanía que con lucha y sangre nuestras libertadoras y libertadores lograron conseguir hace más de dos siglos: nadie puede exigirnos que nos dejemos asesinar sin oponer resistencia. Mientras exista el imperialismo y el capitalismo, es deber de los pueblos de Nuestra América dedicarle, en unidad, la máxima atención posible a la defensa de nuestros territorios. Ya lo advirtió el Comandante Che Guevara, ¡al imperialismo ni tantito así!, ¡no les tenemos ningún miedo!
Compañeras y compañeros de Nuestra América y el mundo:
Frente al poder destructivo de las armas, y el hambre del tiburón que ronda nuestros mares, nosotros poseemos nuestra autoridad moral y la dignidad de nuestros pueblos: desde ella hacemos un llamado a la defensa de la soberanía de Nuestra América y el mundo para evitar un nuevo atropello a nuestro principio de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, como declaró la CELAC en La Habana en 2014. El acoso de que es objeto Venezuela puede ser el pretexto para una invasión de imprevisibles consecuencias para ese pueblo y más allá de sus fronteras. Frente a esto, oponemos los principios universales de soberanía nacional, de respeto a la integridad territorial y el derecho a la autodeterminación.
En el actual escenario de tanto peligro, ratificamos la decisión de construir Nuestra América como una zona de paz, libre de armas de destrucción masiva, de guerras fratricidas, de intervenciones imperialistas, de crueles bloqueos —que matan mujeres y niños, jóvenes y ancianos como bombas atómicas silenciosas— y donde se alcance, al fin, la dignidad plena del ser humano.
Tenemos absolutas certezas:
Frente a la amenaza imperialista; la firmeza de los pueblos.
Frente a los pretextos para la guerra; la verdad para la paz.
Frente al monroísmo y el trumpismo, siempre imperialistas; el bolivarianismo y el ideario martiano, siempre latinoamericanistas y caribeños.
Frente a los intentos de humillación e intervencionismo imperialistas; la dignidad y la soberanía de los pueblos.
Hacemos nuestras las palabras del Comandante Hugo Chávez, y con él decimos de nuevo: ¡Váyanse al carajo, yanquis de mierda, que aquí hay un pueblo digno!
¡Aquí estamos los hijos e hijas de Bolívar, de Guaicaipuro, de Túpac Amarú, y estamos resueltos a ser libres!
¡Hasta la victoria siempre!