A un año del inicio del gobierno de Nayib Bukele los problemas estructurales en El Salvador se han profundizado y, desde la llegada de la pandemia del Covid, la situación no deja de empeorar. La subordinación del mandatario millenial al viejo y conocido imperialismo norteamericano solo tiene de nuevo a las redes sociales, porque el autoritarismo y el miedo son tan conocidos como viejos en cualquier país al sur del Río Bravo. Bukele difunde odio a punta de “tuits y facebook live.”

El presidente que en su campaña se autodenominó “ni de izquierda, ni derecha”, lleva adelante un programa económico de profundización neoliberal que endeuda al país centroamericano por más del 80% de su PIB  ante el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), asfixiando así al pueblo salvadoreño y a las futuras generaciones. Todas estas medidas generan, en un contexto de pandemia, más pobreza, hambre y miseria para los sectores populares más desfavorecidos que no cuentan con las condiciones materiales para poder afrontar la crisis y el endeudamiento.

Las promesas de una reforma fiscal y de la eliminación de la partida secreta (transparencia de gasto del ejecutivo) fueron parte de sus slogans de campaña contra la corrupción pero no han entrado en su agenda de gestión. Hasta el día de hoy no se han cumplido y están lejos de tratarse en su gobierno.

El autoritarismo ha sido su principal característica a la hora de proponer soluciones integrales. El pasado 9 de febrero, Nayib Bukele llamó a las Fuerzas Armadas de El Salvador para irrumpir en la Asamblea Legislativa a presionar por la fuerza y la amenaza a Diputados y diputadas para que se apruebe el presupuesto de su plan de seguridad, denominado: “Plan de Control Territorial”. Cabe destacar que su famoso plan carece de un enfoque de Derechos Humanos; criminaliza y persigue a la juventud en los barrios y comunidades y fomenta el abuso de poder por parte de los cuerpos de seguridad. La vieja y conocida política del garrote que sirve como respuesta fácil pero sin resultados en la realidad en ninguna parte del mundo.

Una crisis sanitaria, para Bukele se convierte en un problema militar. Ha atendido una pandemia con las fuerzas militares y policiales. Así es que promueve la presencia de las fuerzas represivas en todo el territorio salvadoreño, utilizando los centros de contención -creados para responder al virus covid-19- como cárceles para quienes “violan” la cuarentena obligatoria. Que por lo general suelen ser trabajadores y trabajadoras que viven de su trabajo cotidiano. Lo que viola la cuarentena es el hambre.

Esto sucede por la falta de un plan de salud que derespuesta a las necesidades sanitarias. La promesa del “hospital más grande de Latinoamérica” en la capital del país, sigue siendo un hoyo en las instalaciones del Centro de Ferias y Convenciones (CIFCO). Las cadenas nacionales se han convertido en el escenario de tensiones entre la Asamblea Legislativa y la presidencia, en ellas promueve la polarización, la apatía hacía “los políticos”, el odio a la oposición pero también el miedo. Bukele sólo busca el control de la población mediante el miedo y el castigo.

Los sectores populares sólo son utilizados para hacer campaña o para ser ridiculizarlos en cadena nacional. Sin embargo, los derechos al Agua, a la Soberanía alimentaria y a una salud integral son postergados y están fuera de las redes sociales del presidente salvadoreño.

Por todo esto desde ALBA Movimientos nos solidarizamos con el pueblo salvadoreño, sus organizaciones sociales y populares. Seguimos luchando por un El Salvador y una Mesoamérica a la altura de los sueños de Farabundo Martí, Augusto César Sandino y de Berta Cáceres.

 

Por una tierra de hombres y mujeres libres.

 

ALBA Movimientos

5 de junio de 2020